El salón, el corazón de la casa, ha pasado de ser la estancia pensada para lucir y exhibir objetos, a conformar el espacio en el que se desarrolla la mayor parte de la vida familiar. A ello contribuye el hecho de que las casas actuales cuentan con un tamaño reducido que no permiten dejar espacios ociosos. Un segundo factor estriba en que el lujo por el lujo hace mucho que pasó de moda.
Por eso las nuevas tendencias decorativas se inspiran en la decoración simple y elegante que triunfó en Estados Unidos en los años cincuenta, cuando todo el mundo quería llenar la casa de alegría y energía positiva, para olvidar los rigores de la II Guerra Mundial.
La premisa fundamental para conseguir un salón actual es utilizar pocas piezas escogidas y no abusar de las tonalidades. Los sofás tienen que ser confortables y de calidad. La verdad es que ambas cosas suelen ir unidas, así que en esa pieza merece la pena invertir. Los textiles también deben ser consistentes.
Es cierto que una buena tela dura mucho y puede llegar a cansar, pero las malas, también, y, en ese caso, ni la apariencia estética ni el grado de comodidad es el mismo. Así que se impone sumergirse en esos catálogos repletos de tentaciones en algodón, chenilla, cuero natural e incluso terciopelo, una textura que recupera presencia.
La mesa de centro también se aligera. Nada de pesadas piezas de madera ni patas repujadas. Si la sala cuenta con zona de comedor se puede optar por el contraste. Se lleva mezclar estilos y texturas. Eso sí, una buena mesa y unas sillas impactantes nunca están de más.
Los cuadros son otra de las materias delicadas. Invadir las paredes de obras de arte solo se permite cuando lo que cuelga de ellas merecen realmente ese calificativo. En definitiva, el acierto está en la mesura.