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El vertedero de la evolución

Los movimientos de tierras en el basurero de Can Mata, en Barcelona, propician relevantes hallazgos paleontológicos

El vertedero de la evolución

La revista "Science" daba cuenta esta semana de lo último que ha salido de Can Mata, restos fósiles que permiten identificar un nuevo género y especie de primate, Pliobates cataloniae. La base física de esta nueva denominación taxonómica son los restos de una pequeña hembra de cuatro o cinco kilos de peso, que trepaba con lentitud a las copas de los árboles del bosque cerrado y cálido que dominaba el paisaje de esa zona de Cataluña hace casi doce millones de años. Los investigadores bautizaron como "Laia", diminutivo de Eulalia en catalán, a esta criatura cuya trascendencia evolutiva consiste en retrotraernos a un tiempo anterior a la divergencia entre los hilobátidos (los gibones, fundamentalmente) y los hominoideos (el grupo que incluye a los humanos y a los primates antropomorfos) ocurrida hace entre 15 y 20 millones de años. "Tiene unas implicaciones muy importantes para reconstruir lo que sería la historia evolutiva del grupo que incluye a los humanos y a los parientes más próximos", explica David Alba, uno de los investigadores firmantes del artículo de "Science".

Antes de Laia fue Pau, reconstruido a partir de los restos de varias campañas de excavación e identificado como el posible ancestro común del hombre y los grandes monos, consagrado para la ciencia en 2004. Ese Pierolapithecus catalanicus ha colocado en la historia de la evolución el nombre de Hostalets de Pierola, el municipio donde se encuentra el vertedero de Can Mata. "Todos los restos vienen del complejo de yacimientos del vertedero. Es una zona fosilífera muy rica por motivos geológicos, pero además se ha estado trabajando con maquinaria pesada para habilitar el basurero. Desde 2002 hasta 2014 se han movido miles y miles de sedimentos potencialmente fosilíferos", cuenta David Alba. Aunque el procedimiento pudiera parecer que va contra el cuidado y el trabajo minucioso que exige la paleontología "así se recupera una cantidad de fósiles increíble. Si tuviéramos que esperar a que la acción de la meteorología y los agentes externos erosionaran estos sedimentos tardarían miles y miles de años en ser visibles. Y además tendría que coincidir que pasara un paleontólogo por allí y viera que hay un esqueleto aflorando". La condición indispensable es que los paleontólogos están al lado de las máquinas. "Gracias a que en España se protegen los fósiles como patrimonio cultural se arbitraron una serie de medidas para evitar la destrucción del patrimonio paleontológico. Siempre que una máquina excava sedimento hay un equipo de paleontólogos controlando la posible aparición de fósiles, que están concentrados en acumulaciones que a priori no sabemos dónde se encuentran".

Esa acción intensa, prosigue el investigador del Instituto Catalán de Paleontología Miquel Crusafont, "ha hecho aflorar 70.000 piezas, que son muchas, en doce años". Con el añadido de que "los restos de los primates, especialmente los de los hominoideos, abundan poco, están infrarrepresentados en el registro fósil. Es más fácil encontrar evidencias de un antílope o un elefante que los de un primate, que son menos del uno por ciento de los que sacamos. Recuperar un esqueleto es algo excepcional". Y de Can Mata ya han salido dos, los de Pau y Laia, lo que verifica "la riqueza de la zona, que nos ha permitido encontrar una diversidad de primates que hasta ahora era insospechada para esta época en Europa".

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