Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Quien bien te quiere

Excepcionales Darín y Cámara en una obra que emociona con inteligencia

Un fotograma de "Truman".

Te vas a emocionar. Llorar, tal vez. Pero no sucederá al final, cuando todo el mundo espera, sino a mitad del metraje. Sin golpes bajos. Es un abrazo en Amsterdam. Un abrazo que lo expresa todo sin palabras y que tiene una resonancia íntima que el protagonista aún ignora. Ricardo Darín es un actor de teatro con una enfermedad terminal. Se niega a recibir tratamiento para ahorrarse ese último tránsito por los hospitales. Javier Cámara, su amigo del alma, deja su gélido Montreal para visitarle. Para despedirle. Y, si puede, para convencerle de que cambie de opinión. Pero no es la única despedida ni la única historia de amistad que hay en la película. También está Truman, el ya viejo y cansado perro de Darín, que busca una familia que lo cuide, en la que se sienta importante. Y, tercera vía, hay otra despedida que cancela una incipiente historia de amor entre Cámara y la prima del enfermo.

Truman no es una obra que, como ocurría en otras películas de Cesc Gay, se regodee demasiado en el ingenio. Es la más sencilla de todas en guión y dirección. La más directa. Y, sin embargo, la más compleja en sus entrañas. _El material es inflamable (Hollywood lo ha hecho insufrible de tanto usarlo) pero Gay lo utiliza con una honestidad a prueba de bomba lacrimógena. Hombre, hay que llorar a veces y los personajes lloran. Y de qué manera en una (impresionante) escena en la que el sexo se convierte en una manera de atravesar la coraza de las emociones. Pero Gay le da un barniz de naturalidad a todo (de verdad) y por eso no evita los momentos más agrios (la visita final al médico o, sobre todo, la charla con el empleado de la funeraria) ni tampoco los más crudos (ese golpe bajo de la enfermedad que le humilla en un bar, la conversación con el dueño del teatro mientras se desmaquilla, la extraordinaria escena con Eduard Fernández) para que en el ánimo del espectador vaya calando, como una llovizna de pequeños detalles, de pequeños desastres, la misma sensación de desamparo que va envenenando lentamente al protagonista. Que se toma las cosas con humor casi siempre, que es un tipo valiente (como le dice Cámara) y que tiene las cosas muy claras, pero que está muy lejos de adoptar una postura de cinismo o abatimiento hostil. Se muere como se puede, dice. Y se vive como te dejan. Siendo como es una historia de amistad, en Truman lo que se calla es más importante que lo se que habla. No hay entre los amigos grandes conversaciones existenciales (bueno, salvo la que alimenta la compra de unos libros esotéricos, pero es de coña más bien), no hay confesiones desgarradoras, no rememoran juntos los grandes momentos, cuando eran "los inseparables", como recuerda la ex de Darín. Aquí importan más los hechos que las palabras, más los gestos que las oraciones. De ahí que al final no haya una invocación a las lágrimas sino a la emoción contenida, al desgarro íntimo y, también, a la última declaración de confianza absoluta en un adiós donde todo está dicho.

El perro de la película murió dos meses después del rodaje. Eso sí que es un golpe bajo.

P.D. ¿Es necesario decir que Darín está inmenso y que Cámara, en un trabajo más complicado incluso, no le va a la zaga?

Compartir el artículo

stats