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El bombardero caído en la 'raia' en 1944 reescribe su final

García Mañá: "Se reutilizaron paracaídas para camisas y restos del fuselaje del avión"

El autor, García Mañá, con la exposición de algunos legados históricos del accidente. // Adrián Irago

La madre de García Mañá era una buena contadora de historias de transmisión oral. De su boca escuchó por primera vez la historia de la caída de un avión durante la II Guerra Mundial en las cumbres de una sierra en los límites galaico portugueses. Décadas más tarde, el escritor consiguió extraer documentación del Ministerio de Defensa británico y documentar datos de aquel avión (incluso la matrícula) y también de los fallecidos en el siniestro: cuatro jóvenes canadienses de Ontario y dos ingleses que procedían de Gibraltar e iban a un aeródromo del sur del Reino Unido. Allí y de forma secreta se planearía la Operación Overlord: el famoso desembarco de Normandía.

Luís Manuel García Mañá (Ourense, 1950), excomisarioy jefe superior de la Policía de Galicia y académico correspondiente de la RAG, además de miembro numerario del Instituto de Estudios Vigueses, presentó ayer su novela "Por que as sombras non teñen ollos" (Editorial Xerais) en el Corte Inglés de Vigo. Y la acompañó de una exposición de piezas históricas de aquel siniestro. La nueva novela de intriga, espionaje y misterio está basada en ese hecho real.

García Mañá sostiene que Galicia fue una "importante base de espías durante la II Guerra Mundial". "Tanto Vigo, como Vilagarcía, la propia frontera con Portugal y A Coruña registraron una importante cantidad de espías controlando la producción de wolframio o cómo se suministraba a los submarinos o incluso la penicilina", asegura. Dentro de las pruebas de aquel siniestro, quedaron varias irrefutables. "Una vez que la población perdió el miedo, tras la explosión, los habitantes portugueses y gallegos acudieron al lugar. Por eso, hay restos del avión que se aprovecharon, como paracaídas que fueron utilizados para hacer camisas. También hallaron restos del fuselaje en la puerta de una cuadra", añade. También, que aquellos cadáveres se enterraron en San Xoán de Randín, al lado de la iglesia, y siete años después una comisión de la Commonwealth los exhumó y trasladó a Inglaterra. "La zona del Baixo Miño y la 'raia seca' entre Galicia y Portugal es un espacio mágico; es el mundo del contrabando, punto de contacto, la frontera como principio y no como fin, como decía Xaquín Lorenzo", asegura.

En su nueva incursión en la novela, García Mañá se apoya en la figura de un contrabandista para empezar la ficción: él extrae de entre los seis cuerpos carbonizados una pistola y una cartera con la fotografía de una joven, una carta remitida desde Canadá y tres hojas manuscritas. El mismo día, en la embajada del Reino Unido en Madrid se reciben instrucciones encriptadas para que el personal diplomático del consulado de Vigo recupere los efectos personales y restos documentales encontrados en el lugar.

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