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Trompetista vigués

Rubén Simeó: "Al músico que asiste a mis clases le exijo trabajo"

Considerado uno de los mejores trompetistas clásicos del mundo, compagina su faceta como concertista con la docencia

El trompetista vigués Rubén Simeó. // FdV

A pesar de su juventud, 23 años, Rubén Simeó está considerado uno de los mejores trompetistas clásicos del mundo. Actualmente, es el único concertista de trompeta español que actúa en Japón y su incorporación este curso al claustro de profesores del conservatorio García Matos de Plasencia disparó las matrículas en ese centro. El músico vigués asegura que le debe su virtuosismo a su padre, José Vicente Simeó, que fue profesor del Conservatorio Superior de Música de Vigo y director de la Banda de O Rosal durante muchos años. Desde los ocho años, Rubén Simeó ofrece conciertos en grandes auditorios y programas de televisión, en los que obtiene importantes premios internacionales, y con 12 actúa como solista en la Orquesta Sinfónica de RTVE. Él le enseñó, asegura, a buscar la perfección. Hoy, Rubén Simeó actúa con las orquestas más prestigiosas del mundo.

-Con un padre trompetista es casi irremediable que usted lo sea también...

-Mi padre fue profesor de trompeta del Conservatorio Superior de Música de Vigo toda la vida, hasta hace poco, que lo dejó. Y claro, yo lo veía en casa estudiando y quería tocar también. Pero comencé tocando el violonchelo. Mi hermano tocaba la trompa y mi padre pensó que estaría bien un cambio, pero cuando él se iba a trabajar yo ensayaba con la trompeta. Mi hermano me enseñaba. Y un día le dije a mi padre que me escuchase para ver qué opinaba. Desde ese día ya no toqué otro instrumento que no fuese la trompeta.

-¿Qué edad tenía?

-Comencé a tocar el violonchelo con seis... Seis y pico. También tuve la suerte de que Maurice Andre me diera clases particulares durante dos años en su casa.

-Ahora, muchos dicen de usted que es el mejor trompetista del mundo...

-No hay un ranking de los mejores del mundo, pero cuando oigo cosas así me alegro mucho. He tenido la suerte de competir desde pequeño en importantes concursos y de ganarlos. Pero si estoy aquí es por mi padre, a quien tenía las veinticuatro horas del día. Desde los siete años, me hacía ensayar cuatro horas diarias, un tiempo que tuve que compaginar con los estudios.

-¿Un músico tiene que estar constantemente estudiando?

-Siempre. Yo no hay un día que no estudie. A veces es duro. Cuando jugaba en la federación gallega de fútbol y tuve que dejarlo porque no podía compaginar las dos cosas, lo pasé mal, aunque no me arrepiento de la decisión que tomé.

-¿Y qué exige usted a sus alumnos?

-A quienes empiezan les enseño todo, desde lo más básico, pero a los músicos que asisten a mis master class les exijo todo lo que he trabajado yo. Tampoco les oculto mi manera de trabajar. Les enseño todo lo que sé. No me reservo nada.

-¿Para ser un virtuoso hay que renunciar a muchas cosas?

-Necesitas muchas horas de trabajo y luego están los viajes. Tal vez las horas de avión sea lo que peor lleve. Con 23 años he estado 13 veces ya en Tokio, a dos veces por año, pero también toco en China, Alemania, Ecuador, Colombia... Son muchos aviones y esto es lo que más cansa, pero actuar en un auditorio ante 5.000 personas lo compensa todo. Y aquí internet es un gran aliado porque personas de los lugares más distantes te escuchan tocar y conocen tu trabajo. Esto abre muchas puertas.

-¿Qué situación viven los jóvenes trompetistas españoles?

-La situación siempre ha sido un poco complicada. No es tanto por la crisis, aunque sí tiene que ser fastidiado tener que irse fuera a buscar un trabajo o tener que subsistir a base de bolos.

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