La muerte sorprendió a Juan Ángel Regojo (Redondela, el 17 de junio de 1933) el pasado domingo en Nasau, Bahamas, adonde había viajado para el sepelio de su suegra, a la que seguía fuertemente unido pese a los años transcurridos del fallecimiento en accidente de tráfico en 1998 de la que fuera su esposa, Ana Bacardí, heredera del clan cubano del mismo apellido.

Dos días después del entierro, Regojo se sintió mal hasta el punto de ser hospitalizado en un centro sanitario donde le fue diagnosticada una angina de pecho. Permaneció días en la UCI y paulatinamente fue mejorando hasta que los médicos decidieron su ingreso en planta. Solo diez horas después, expiraba dejando en la más absoluta consternación a toda su familia, a uno y a otro lado del Atlántico. Ahora, tratan de agilizar la repatriación del cuerpo, que recibirá sepultura en el panteón familiar de Redondela.

Era el tercero de los hijos del matrimonio formado por el empresario de Fermoselle (Zamora) afincado en Pontevedra, José Regojo y la redondelana Rita Otero. El primer varón, después de Rita (nacida en 1929 y fallecida en 2011), y de Teresa (nacida en 1930). La llegada de Juan Ángel era muy deseada por la pareja, tanto, que su madre encomendó el alumbramiento a San Benito el Negro, santo de devoción popular en Redondela, al que ofrendaron un Niño Jesús de plata. Y fuera por la ofrenda, por los ruegos y por el alma sencilla y generosa de doña Rita, el santo acabó colmando los deseos del matrimonio. Aún llegarían otros tres hijos más. Tres años más tarde nacería José, a quien siguieron Concha, Pedro y Alejandra.

Juan Ángel Regojo Otero poseía el instinto comercial de su padre, y al mismo tiempo resultó determinante en su carácter la influencia espiritual de su madre. Creció en el familiar pazo de Petán codeándose con lo más granado de la sociedad gallega. Sus padres pertenecían al círculo más íntimo de don Juan de Borbón y doña María de las Mercedes, abuelos del actual rey Felipe VI, con quienes trabaron amistad durante el exilio lisboeta de los Condes de Barcelona. La relación se extendió también a los reyes Juan Carlos y Sofía, así como a sus hijos. Sin embargo, siempre predominó en Juan Ángel una bonhomía fuera de lo común, una forma de ser apacible y generosa que lo convertía en alguien cercano, más atento a escuchar que a hablar y, siempre, dispuesto a tender la mano a alguien, como había visto tantas veces en su casa y, en particular a su madre. Por ambos progenitores sentía auténtica veneración, pero la temprana muerte de Rita Otero, en 1956, le marcó hondamente. Como ella, también era un hombre de sólidas convicciones morales y de fe religiosa. Así pudo soportar los numerosos embates que le reservó su larga vida.

Estudió Ingeniería Industrial y trabajó codo a codo con su padre, José Regojo, en la fábrica textil, pero aprendió el oficio desde abajo. Todos los hermanos, sin distinción de sexo, trabajaban durante los veranos en las labores más sencillas, desde ordenar cajas a pegar botones, en aquella inmensa factoría levantada en Redondela y en la que llegaron a dar empleo a 1.200 personas. Desde allí se forjó todo un imperio que tuvo su sucursal en Zamora en la fábrica ubicada en el solar que ahora ocupa el Museo Etnográfico de Castilla y León y, posteriormente, en el polígono donde se levantara un antiguo monasterio jerónimo al otro lado del río Duero en la capital zamorana. "Zamora Industrial", que daría paso después a las recordadas Hilaturas San Jerónimo.

La entrada de la segunda generación de los Regojo introdujo novedades destacables como el uso de fibras sintéticas en la famosa camisa Dalí, para la que prestó su nombre el pintor de Cadaqués y de la que llegaron a salir un millón de piezas al año. La firma Regojo llegó a situarse entre las tres primeras de España, con El Corte Inglés y Cortefiel. Pero Juan Ángel Regojo se empeñaba en hacer hincapié en aspectos más allá del éxito empresarial. La gustaba resaltar los aspectos sociales introducidos en las fábricas de los Regojo: ajustes de horarios, contratación de discapacitados, ayudas a los estudios de los hijos de los empleados.

En 2005, Juan Ángel Regojo puso en marcha un proyecto al que dedicó todas sus energías: recopilar en un libro la saga familiar de sus ascendientes. Una labor de investigación genealógica a través de la cual pudo reconstruir los orígenes de su familia, diseminada por España y Portugal, también por otros países europeos y americanos.Juan Ángel Regojo deseaba perpetuar ese sentimiento de unidad y ese respeto entre quienes llevaban en sus venas sangre fermosellana. Una de las últimas ocasiones en las que pudo materializar ese sueño se produjo en abril de 2007, cuando 115 Regojos se dieron cita en Zamora procentes de lugares tan diversos como Galicia, Málaga, las islas Azores o Londres .

Unión familiar

Entre los más de cien miembros de la familia asistentes a la cita de Fermoselle se contaban los cinco hijos habidos en el matrimonio Regojo Bacardí, que lloran su pérdida, así como el resto de hermanos del finado.

El corazón generoso y desprendido de Juan Ángel Regojo dejó de latir una tarde de domingo. Como hombre piadoso murió reconfortado tras recibir el sacramento de la extremaunción y la eucaristía. Puede que, interna, serenamente, intuyera que había llegado la hora de reencontrarse con quienes perdió por el camino, de tejer ese último nudo en el tapiz de la urdimbre vital de un hombre bueno que siempre tuvo presente que "los goces puros y sin tristeza dados al hombre son los goces de la familia". Una familia que ahora llora pero que se aferra a su fe para seguir adelante: "Dios sabe más de estas cosas", afirmaba, emocionado su hermano Pedro. A todos ellos les queda ahora el reto de mantener viva la llama que ardía en los ojos de Juan Ángel Regojo.