Las dos crónicas con las que Julio Camba (Vilanova de Arousa, 1884 - Madrid, 1962) denunció el genocidio armenio en octubre y diciembre de 1915, han sido reeditadas justo en el centenario de su publicación, incluidas en el volumen "Constantinopla", que recoge el fruto de su primera corresponsalía en el extranjero y crónicas previas a la Gran Guerra.

Camba, convertido ya en 1913 en una de las "firmas estrellas" del periodismo español, actuó en esa época como "un genuino corresponsal de guerra" y supo adaptarse "al tono de gravedad de las nuevas circunstancias bélicas", según ha advertido José Miguel González Soriano, especialista en los escritores de la denominada "La otra Edad de Plata" y a cargo de quien ha estado esta recopilación de artículos y crónicas publicada por la sevillana editorial Renacimiento.

El genocidio armenio a manos turcas fue una de las primeras matanzas étnicas del siglo XX y supuso la deportación y el exterminio de entre un millón y medio y dos millones de civiles armenios, una masacre cuya brutalidad, según González Soriano, dejó a Camba "verdaderamente conmovido".

"Se trata de algo horrible, aun en esta época en la que el horror se ha hecho vulgar y cotidiano", escribió Camba, en alusión a lo que sucedía en las trincheras de Francia y como un vaticinio de lo que iba a ocurrir Europa en los años de la Segunda Guerra Mundial y en la guerra de los Balcanes, una zona cuya conflictividad ya estaba muy presente en estas páginas.

Julio Camba acusa a los turcos de poder vanagloriarse "de haber estremecido al mundo cuando parecía que la sensibilidad humana se había agotado y que ya era imposible hacer nada original en cuestión de barbarie".

El exterminio armenio, un pueblo cristiano, como Camba no deja de subrayar en sus artículos, es enfrentado por el autor en sus textos "con una simplicidad deliberadamente intencionada, que consigue conmover todavía más", según González Soriano.

El humor que caracteriza la práctica totalidad de la obra del autor gallego se torna amarga ironía en estas crónicas, cuando da cuenta del hallazgo de medio millar de cuerpos insepultos: "Unos eran de hombres, otros de mujeres, otros de niños. A los hombres y a las mujeres se les había matado como conspiradores. Los niños no habían conspirado; pero hubieran podido conspirar con el tiempo".

El relato del periodista sobre el sufrimiento de los armenios prosigue con bebés arrojados a las hogueras, con hombres a los que se les hace cavar su tumba antes de ser fusilados, mientras otros sufren "mutilaciones tan vergonzosas como crueles" y pueblos enteros son empujados al mar para que perezcan ahogados.

También da cuenta de la saña contra la mujeres: "Los turcos encontraron una voluptuosidad nueva: la de ultrajar a las armenias ante sus padres y sus maridos".

Camba pide en sus crónicas que España alivie la suerte "de los pocos armenios que han sobrevivido a la horrible persecución" y afirma: "Yo no creo que nuestra neutralidad se comprometiese en lo más mínimo al suplicar amistosamente a Alemania que interviniese con sus aliados, los turcos, para poner fin a los hechos que ningún alemán puede aprobar".

"Constantinopla" reúne también las crónicas que envió en 1908, cuando el autor contaba con sólo 24 años y Turquía vivía la revolución de los Jóvenes Turcos, la cual no evitó que las mujeres siguieran "bajo siete llaves y siete velos".