"La asociación Érguete -dijo Dora Carrera- fue una escuela. Al principio era una situación de impotencia brutal porque, al grave problema de nuestros hijos en casa, descontrolados en aquel momento, se añadía una total ignorancia sobre qué hacer, cómo responder, a donde ir... Y una desinformación general, que llevaba a acusaciones como llamarnos a las madres que levantábamos nuestra voz contra los traficantes, locas, chifladas, por nuestros métodos".

Tonina Díaz abundó en esa idea. "Mis hijos y los de Carmen Avendaño vivían en el mismo barrio, vivían iguales problemas y eso nos sirvió para ayudarnos mutuamente. Yo sigo con el problema y no abdico de esta larga lucha para evitar que otras madres vivan nuestro calvario. Efectivamente fue muy duro porque no sabíamos en nuestras primeras acciones dónde nos metíamos pero sabíamos el porqué y eso nos daba fuerzas".

Sara Guntín contó que su hijo había entrado en ese mundo de la droga al volver de la mili, con 20 años. "Se me fue para siempre pero yo siempre estaré ayudando en Érguete porque es mi segunda casa y queremos que todos sientan que es la suya. Ya que he perdido al hijo, que al menos mi experiencia sirva para otras familias".

En el coloquio que siguió a la intervención de estas cuatro mujeres se contaron no pocas anécdotas. "Nosotras esperábamos a los narcos cuando los ingresaban en prisión. Una vez, un guardia civil gallego nos dijo: 'Estos tipos no manifiestan miedo a los jueces pero cuando los llevamos a prisión nos preguntan: ¿están ahí esas tolas?'. Todas estas duras jornadas de espera o viajes en autobús las compensábamos después con buen humor cuando nos reuníamos y recordábamos las peripecias vividas. a veces dignas de libro".