El Papa inauguró ayer el Sínodo Ordinario para la Familia con una misa en la basílica de San Pedro y, en su homilía, llamó a "buscar, acoger y acompañar" al ser humano actual "en un contexto social y matrimonial bastante difícil".

El Papa analizó el contexto social en el que se enmarca la familia en la actualidad y, en su alocución, se centró en tres aspectos: la soledad, el amor entre el hombre y la mujer y la familia.

Francisco habló de la soledad como "el drama que aún aflige a muchos hombres y mujeres", como a los ancianos, a las personas abandonadas por sus parejas, a los inmigrantes que huyen de la guerra o a los jóvenes "víctimas de la cultura del consumo".

Describió una sociedad globalizada que, paradójicamente, adolece de la ausencia "del calor de hogar y de familia", en la que "cada vez más personas se sienten solas y se encierran en el egoísmo, la melancolía, en la violencia destructiva".

En cuanto al amor entre hombre y mujer, aseguró que "nada hace más feliz al hombre que un corazón que se asemeje a él, que le corresponda, lo ame y que acabe con la soledad".

En este sentido lamentó la falta de seriedad a la hora de "llevar adelante una relación sólida y fecunda" y denunció que "el amor duradero, fiel, recto, estable, fértil es cada vez más objeto de burla y considerado como algo anticuado".

El pontífice dijo que "parecería que las sociedades más avanzadas son precisamente las que tienen el porcentaje más bajo de tasa de natalidad y el mayor promedio de abortos, de divorcios, de suicidios y de contaminación ambiental y social".

Por último abordó la cuestión capital del Sínodo, la familia, y defendió la institución del matrimonio que, recalcó, "no es una utopía de adolescente, sino un sueño sin el cual su criatura estará destinada a la soledad".