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Viaje al fondo del mal

Intriga aderezada con terror muy bien rodada por Amenábar en clave menor

Emma Watson e Ethan Hawke.

Con Alejandro Amenábar ocurre, salvando las distancias, lo mismo que le pasaba a Stanley Kubrick: como tarda bastante en hacer una nueva película, las expectativas que se crean son enormes. Pero si en el caso del creador de 2001 podía entenderse dado que su carácter megalómano y misterioso como autor total no congeniaba luego con la modestia de sus proyectos a partir de Barry Lyndon, con Amenábar las cosas son muy distintas porque nunca ha intentado ser otra cosa que un director con mucho oficio que disfruta haciendo las películas que le gustaría ver, sin preocuparse por tener un estilo reconocible.

Por eso a muchos les extraña que, tras la ambiciosa e incomprendida Ágora, abandone su silencio para ofrecer una obra como Regresión, perjudicada en cierto modo por la presencia de dos actores muy conocidos (y eficaces) al frente del reparto, lo que distorsiona la modestia de la propuesta. Decir que la película está muy bien hecha es decir poco porque a estas alturas incluso sus detractores admiten que Amenábar domina la técnica sin dejarse llevar por manierismos ni virguerías de cara a la galería. Empezar tan pronto a hacer cine le ha proporcionado una madurez como cineasta asombrosa, y eso se percibe en cada plano, en el planteamiento exacto de las escenas con encuadres medidos al milímetro y sin recurrir a golpes de efecto gratuitos. Los que van de listos dirán que el desenlace se ve venir muy pronto, pero es que Amenábar no busca la sorpresa y por eso no le importa dejar pistas más que evidentes por el camino. Quien espere sustos a granel se va a llevar un chasco porque Regresión es más una intriga anclada en las zonas más sombrías del ser humano que una erupción de miedos sobrenaturales.

Amenábar enlaza (no siempre con acierto, el guión hubiera necesitado pulirse más) la tensión escondida de Tesis o el horror de Los otros con sus dardos a la religión (recuerden el cura de Mar adentro) en una película que escapa como alma que lleva el diablo de maniqueísmos y soluciones tramposas, demasiado parlanchina a veces cayendo en la obviedad y que, las cosas como son, no engrandece la carrera de su director. Pero tampoco la perjudica.

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