La única víctima gallega de la talidomida reconocida en la lista de 24 afectados valorados por el Ministerio de Sanidad, María Jesús Raposo, estaba ayer en Madrid. Coincidentemente, había asistido a la proyección -el día anterior- de un documental sobre sus vidas, las de los afectados en el vientre materno por un fármaco que comenzó a venderse en 1957 como sedande y para evitar las náuseas de las embarazadas. "Cincuenta años de vergüenza", se titula la película.

"Incrédula" y "sin palabras", se quedó María Jesús en pleno Museo del Prado al conocer la resolución judicial por una llamada telefónica de FARO. "Mis secuelas no prescribieron", razona sobre el argumento empleado por el juez. "Estoy entre los menos afectados, porque mi madre solo tomó la pastilla durante una semana. Aunque tengo graves daños en la mano derecha, tengo trabajo", explicaba la gallega. "Lo siento, más que por mí, por todos los que tienen graves secuelas y no pueden trabajar", añadía apenada. La talidomida causó graves malformaciones en los fetos, como ausencia de extremidades y otras agenesias. En España se comercializó hasta 1962 y, en determinados lugares hasta 1965, según afirman los afectados.

"La vara de medir no es justa", reclama Raposo, en relación a que en Alemania, las víctimas consiguieron acuerdos indemnizatorios con la farmacéutica de hasta 7.000 euros. En su opinión, el Tribunal quiso paralizar las demandas de los 24 afectados reconocidos porque "si abrían la puerta, detrás irían los 200 españoles restantes".