Joan Planas (Sant Fruitós de Bages, 1982) se sienta en el primer bar en el que entró hace casi un año. Un bar de barrio, de esos en los que la gente consume alrededor de la barra para conversar con el camarero. Con seis mesas, cuadros escogidos sin aparente concierto, un cartel verde luminoso con el nombre y una cristalera exterior con un pulpo dibujado en el que se ofertan gambas, croquetas, champiñones y ensaladas. Mucho más en el interior, se lee debajo.

-El bar es un lugar de reunión donde vamos a contarnos nuestras cosas. Pero su papel es anecdótico -puntualiza Planas-, la gente que había dentro era lo que me hacía entrar en uno u otro.

Joan Planas viste camisa con las mangas remangadas, conversa sin prisas, tiene una mirada intensa. Residía en Madrid cuando las esteladas comenzaron a multiplicarse en los balcones de Cataluña y se hizo independentista en un contexto en el que Wert decía que había que españolizar a los niños catalanes. Creció en una casa sin banderas con el mensaje neutro de "estudia, busca un trabajo, cuida tu salud y sé feliz"; pero la gestión de la crisis y la creencia de un rechazo generalizado hacia lo catalán le convencieron de la independencia. Se propuso filmar una película que explicara qué estaba sucediendo en España con las opiniones de los ciudadanos. La escena sería en un bar y para documentarse entró a 47 bares de 21 provincias españolas, entrevistó a cien personas y decidió al final que las voces recogidas formarían parte de un libro, 'España desde el bar'. Durante su viaje, acabó votando 'no' en la consulta catalana del 9 de noviembre de 2014.

-Tenemos el mal vicio de no saber escuchar, de no comunicarnos -reflexiona.

La tarde en la que hizo la primera entrevista había anochecido después de callejear indeciso por el barrio de Malasaña. "Un catalán en Madrid haciendo preguntas sobre España", pensó. Quería a alguien de la ciudad, un trabajador que hubiera parado a tomar algo antes de retirarse a casa. Y encontró en ese bar a uno que le dijo que había nacido en el año de la Constitución, que se sentía muy madrileño pero nada orgulloso de ser español. Joan Planas explica que, hasta entonces, su entorno le había dado a entender que el resto de España constituía una multitud básicamente homogénea que se sentía española. Y Cataluña no, porque era diferente.

La identidad, para Planas, consiste en una construcción psicológica a base de valores. Pero también -matiza- se convierte en lugar de los tópicos desde la mirada de otros. "Los andaluces son unos vagos", le dijo una chica residente en Cataluña. Pero ella, nunca había estado en Andalucía. Y un minero asturiano le espetó: "Los catalanes, esa gente que quiere ser independentista, es que quieren ser los amos de España y de Europa". Joan Planas pensó que el desconocimiento lleva a hacer juicios injustos.

-Crecemos en una escuela, en un barrio, en una comunidad. Sin movernos. Y se va creciendo con un sentimiento de ser muy catalán, muy madrileño, muy asturiano, muy gallego, muy andaluz... Si se hicieran intercambios, por ejemplo desde las escuelas, difícilmente se criticaría con tópicos. Crecer en convivencia y comprensión.

Joan Planas escribe en su página web de su proyecto: "Si me preguntas si quiero que Cataluña se independice, preferiría que no, pero si no nos podemos entender€ ¿De verdad no podemos entendernos?, ¿tan diferentes somos?". De Madrid a Santiago de Compostela. De allí todo el norte, el sur, la islas y la última parada en Barcelona. Se gastó 2.000 euros, se quedaba dos o tres días en cada ciudad, comía una vez al día y se alojaba en los hostales más baratos que encontraba. Entraba en bares. Decía: disculpe, ¿eres de aquí? Y se sentaba con desconocidos para preguntarles sobre monarquía, religión, creencias y cultura. Descubrió que en la mayoría no había una actitud de rechazo, que muchos eran partidarios de que se preguntara a los catalanes en referéndum, que Wert -como Planas ironiza- tendría que españolizar a todos los españoles porque hay pocos convencidos. Que nos falta conocernos. Un granadino informático de 25 años le confesó: "Hay falta de conciencia de que tú no eres de Granada, Madrid o Barcelona. No eres un árbol con raíces. Eres alguien capaz de moverte a donde tengas mejor sustrato. Y ese arraigo es el problema". También le dijo: "un pijo de Madrid se parece más a un pijo de Barcelona que a alguien de Carabanchel".

-Somos diferentes y a la vez iguales. Aquí, en España, o en cualquier otra parte del mundo. Todos queremos salud, trabajo, querer y que nos quieran. Vivir tranquilos. En todas partes. Luego, a partir de esto, existen diferencias culturales en cada parte de España, pero la esencia es la misma. Y entenderse simplemente consiste en dialogar. ¿Podemos? Pues claro que podemos. La pregunta es si existe actitud para querer entenderse -apunta Planas.

Joan Planas escuchaba. No interrumpía, ni juzgaba, ni pretendía que las personas que entrevistaba cambiaran de parecer. Dejaba que se explayaran con libertad. Los veinte minutos previstos acababan alargándose a una hora sin percatarse. La gente solía pedir incluso más preguntas. Algunos que se acogían al anonimato se desenmascaraban al terminar: "Oye, hemos dicho todo lo que creemos y no tenemos ninguna vergüenza. Pon nuestros nombres y haznos la foto". Como sucedió en Mallorca. Los rostros, sus historias, sirvieron para acercar realidades. "Estamos tan mal informados. Los catalanes sobre el resto de España y el resto de comunidades sobre Cataluña. Y se producen malentendidos. A veces desde Cataluña se dice: '¿cómo es posible que el resto de España no se preocupe por lo que pasa en Cataluña?' Pues de la misma forma que tú no te preocupas por lo que sucede en Extremadura o en Canarias", lamenta.

Cuando puso un pie en Santiago de Compostela, los gallegos contaron que su región no recibía suficientes recursos para atender a su población envejecida. Cuando habló con los asturianos, protestaron por que el AVE llegaba a cualquier lugar menos al Principado. En Valencia, que por qué no se invertía en el corredor mediterráneo. En Canarias, que la distancia, a veces, no solo se quedaba en el espacio físico. "Y yo les decía -rememora Joan Planas-, ¿pero si estáis igual de mal, por qué no pedís la independencia como Cataluña?".

Un emprendedor madrileño resumía: "No nos entendemos porque es muy difícil empatizar con una realidad que no conoces". Y en un grupo de comerciantes de pescado cántabros y bilbaínos alguien dijo: "Me parece que los políticos han creado una guerra civil sin balas". Las posturas intermedias -añade Joan Planas- son costosas de encontrar, ahora que desde un extremo le tildan de militante de ultra derecha y desde el otro lado de separatista camuflado. Si a Planas se le pregunta, responde que los catalanes deberían tener derecho a decidir, que los fueros son injustos mientras los posean solamente vascos y navarros: la autofinanciación -según su opinión- debería ser concedida no solo a Cataluña, sino a cualquier comunidad autónoma que la solicite. Pero que los discursos de identidad no le sirven porque él, que mandó analizar la genealogía de su ADN, desciende de asiáticos, nativos americanos y hasta de algún finlandés: "Si tengo que empezar a pedir por quien era yo antes, dame tierras en Asia o América". Y que la Historia, para Planas, no tiene tanta relevancia como el ahora: "Porque las cosas estuvieron de cierta manera hace años no es una razón; yo quiero que una cosa esté porque tiene razón de estar en el presente". Su modelo pasa por desdibujar fronteras: un Estados Unidos de Europa hasta que se llegue a pensar en el concepto de humanidad.

-A mí lo que me cambió -confiesa- fue profundizar en las personas. Lo que me tocó fueron los pensamientos de cada uno.

Descubrir, como en los bares, que hay mucho más en el interior.