Las persistentes nubes espantan a los bañistas, pero no a los devotos de San Roque y su ancestral danza, que se celebra cada 16 de agosto en el atrio de O Hío. Más de medio millar de personas asistieron a la representación, tras la misa solemne de mediodía, y el ritual se repitió a las siete de la tarde. Los sones de gaita y caixa son más que centenarios, al igual que los movimientos que siguen los diez galanes y cinco damas a las órdenes del guía. Eduardo Otero, que ejerció esa labor durante 44 años (entre 1969 y 2013) recibió una plaza conmemorativa en homenaje a su trayectoria.

"Empecei algo nervioso, pero a cousa acabou sen fallos", celebraba tras la ceremonia Xian Coya, de diez años, que junto con Dani Armada se estrenaba ayer en el papel de "dama" que ya había ejercido su hermano Brais. Xian es de Vilariño y Dani de Nerga, ambos lugares de la parroquia de O Hío, que es requisito imprescindible para formar parte de la comitiva de bailarines. También lo cumple Anxo Coya, de Vilanova, que por primera vez ejerció ayer como galán. No un requisito, pero sí una tradición, es que la devoción por la danza se herede de padres a hijos, y Xian se ve en el espejo de su progenitor, Cesáreo Coya, el gaiteiro que pone el ritmo con su enxebre instrumento.

En la danza de San Roque cambian los actores, pero no el guión de la ceremonia. El paso de los danzantes los marca el guía, que siempre es el mayor de todos los que bailan, y siguiendo sus indicaciones las cinco damas y diez galanes se mueven al ritmo de la gaita y el tambor o caixa, y acompañada por las castañuelas de los galáns. Bailarines y mayordomo, este ofrecido por promesa para organizar la fiesta cuando le corresponda por orden del cura, se encargan, junto con los vecinos de la parroquia, de los preparativos previos a la festividad: hablar con el guía para pedirle el nombre de los danzantes a los que tiene que avisar, recoger donativos para la fiesta, preparar el templo para el día (misa, flores, procesión...) o contratar la comida de los danzantes, pues desde la década de los años 40 se instauró como costumbre ofrecerles un xantar como "pago" por el baile. Ya no está entre esas atribuciones la contratación de fuegos y del fogueteiro, porque en los últimos años se renunció a ellos debido a las exigencias de seguridad y para prevenir incidentes.

La jornada de ayer comenzó mirando al cielo. A las 12 en punto comenzaron la misa y la lluvia y en las cabezas de los organizadores empezaron a barajarse alternativas. Pero no ponerlas en práctica, porque salir el santo de la iglesia y escampar fue todo uno. Los primeros sones de la danza se oyeron a la una menos cinco, y el ritual se prolongó una hora, en el atrio y en las calles del entorno, donde San Roque y sus bailarines estuvieron escoltados por los devotos en su tradicional procesión. La imagen volvió a la iglesia a las dos en punto, y a las siete de la tarde las damas y galanes escenificaron otra vez su ancestral ceremonia. Las poxas de productos tradicionales donados por la vecindad para sufragar gastos pusieron broche a la jornada.