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"El Juli" sale a hombros, Morante muestra su clase y Ponce vuelve a decepcionar a la afición

Cuatro orejas corta el diestro madrileño, mientras Morante pierde los trofeos al no acertar con el acero en su primer toro, pero cortó una oreja en el segundo -Ponce, desacertado con el estoque tuvo el peor lote

Morante da un pase de pecho mirando hacia el tendido. // R.V.

Para triunfar en una corrida de toros es necesario que concurran varias y diversas circunstancias: que el toro embista, que dé juego, que el diestro tenga su tarde, esté motivado e inspirado, pero además que sepa leer o entender los gustos del tendido. Eso lo hace como nadie, al menos en Pontevedra, Julián López "El Juli".

El torero madrileño le tiene cogida de tal forma la medida a esta plaza, que incluso la presidencia y sus asesores tienen hacia él una indulgencia o benevolencia especial, sólo así se puede entender la segunda oreja que le fue concedida en el tercero de la tarde, con tanta generosidad como cicatería usaron los asesores taurinos del presidente con Morante de la Puebla, que en el quinto de la tarde dejó una estocada memorable, de las que se ven pocas veces, al matar "recibiendo" a su enemigo, en una acción que por sí sola bien valía el trofeo insistentemente solicitado sin éxito desde el tendido.

Pero no se crean ustedes que hubo de todo lo que decíamos al principio y en abundancia. Los toros a cuentagotas. Es verdad que los de Alcurrucén suelen ser toros cómodos para los toreros, incluso amables. De esos que no exigen y permiten "alegrías" imposibles ante otros hierros. Y así fueron también en esta ocasión. Nobles y sin peligro, pero algo justos de fuerzas. Dieron un juego aceptable, excepto el cuarto, que le tocó en suerte, o mejor en desgracia, a Ponce, que apenas tenía un mal pase.

En cuanto al resto de circunstancias, "El Juli" estuvo bien en su entrega y en su toreo, pero mejor aún en su forma de leer lo que le gusta al tendido. Dio espectáculo, o al menos el espectáculo que le gusta a esta afición, y fruto de ello fue el triunfador de la tarde, cortando dos orejas a cada uno de sus enemigos y saliendo un año más a hombros por la puerta grande. Merecido, aunque quizás excesivo el número de trofeos.

Pero los detalles de mayor sabor taurino los dejó sin duda Morante de la Puebla. Majestuosa su estocada "recibiendo" e inusual su gesto de apuntillar en pie a su primer enemigo, renunciando al descabello. Detalles que adornan a un torero distinto. El sevillano tiene ese algo especial que hace que valga la pena acudir a una corrida que le incluya en el cartel. Cierto que es torero de sensaciones, que a veces defrauda si no se encuentra a gusto, pero cuando sale con ganas de agradar compensa cualquier sinsabor anterior.

Además, da la sensación de que cuando pisa la arena de San Roque se siente en su salsa. Se motiva. Transmite. Se entrega. Y eso el público lo agradece al mismo tiempo que empieza a depositar en él buena parte de sus preferencias taurinas. Cortó una sola oreja, sí, pero dejó sabor de toreo grande y mereció acompañar a "El Juli" en su paseo triunfal. Lástima de acierto con el estoque en su primer enemigo, al que realizó una faena honda y de calado.

Ponce

Luego está lo de Ponce. El diestro de Chiva volvió a defraudar en su vigésima comparecencia en Pontevedra. Cierto es que le tocó el peor lote, especialmente su segundo enemigo, que apenas tenía un mal pase, pero en parecidas circunstancias en temporadas anteriores, Enrique Ponce dejaba muestras de su indudable clase y conseguía hacer faena. Por no acertar, hasta volvió a estar desacertado con el estoque, algo en lo que el valenciano era un verdadero especialista.

Puede que sea cansancio del tendido, un poco hastiado de tanta presencia seguida en los carteles. Puede que haya también algo de falta de motivación del torero. Lo cierto es que la conexión, la complicidad que existía entre afición y matador hace ya tiempo que pasó a la historia y ni su toreo cala en los aficionados, ni el tendido vibra con lo que el torero ofrece, no logrando transmitir emociones, sumando como resultado una nueva tarde gris donde tantas de gloria ha cosechado.

Abrió plaza un toro de nombre Barbero. Curiosamente mismo nombre y casi el mismo peso que el rival que el año pasado toreaba también Ponce abriendo la feria, con parecido resultado. Un toro soso, pasmado, con poca casta, pero cómodo para la lidia. Estuvo bien con la derecha, pero le costó más al natural. Dejó su impronta de calidad con una serie de redondos, pero no consiguió ligar ante la corta embestida de su enemigo.

Morante salió decidido y con ganas en el segundo. Lo demostró con unos excelentes lances con la capa y un gran quite por chicuelinas. Luego hizo una faena ligada, con un comienzo brillante llevando el toro desde las tablas hasta los medios ceñido a la muleta, pero continuar citando de lejos y recogiendo con la franela en una demostración de clase y sabor taurino. Falló con el estoque, uno de los lunares frecuentes en sus faenas, pero dejó a cambio uno de esos detalles de valor que muy pocos son capaces de realizar cuando, renunciando al verduguillo, apuntilló al toro en pie. El público le despidió con una cerrada y más que merecida ovación.

Era el momento de "El Juli". El madrileño fue de menos a más. Salvó una faena que apuntaba a "fiasco". Le costó ligar, pero lo suplió con voluntad. Los vistosos adornos de la última parte de se labor le sirvieron para acabar de ganarse a un publico que nada más doblar el toro rompió en los habituales gritos de "Juli, Juli". El presidente y sus asesores se contagiaron y a la lógica oreja concedida por petición mayoritaria unieron una segunda, a todas luces excesiva.

El cuarto de la tarde fue el peor del encierro. Impecable de presentación pero nulo de juego. Ponce lo trasteó. Quizás podía hacer algo más, pero no se le vio motivado ni con ganas, limitándose a despachar a su enemigo con una faena de aliño insustancial.

Morante

Lo de Morante en el quinto resultó curioso. Cuando comenzó su lidia daba la impresión de que al diestro le había afectado en su motivación el no haber triunfado con su primer rival. Pero el sevillano es imprevisible. Sacó tres excelentes derechazos, se descalzó y se fue arriba. Alargó la faena hasta conseguir sacar del toro lo que el animal no tenía, con una serie final muy vistosa que el tendido agradeció. El mejor síntoma fue ver la sonrisa en la cara del torero, algo poco habitual. La consecuencia, dejar para el recuerdo una estocada antológica para la que una oreja pareció escaso premio.

Cerró plaza "El Juli" y lo hizo como él sabe. Conectando con el tendido después de un precioso quite en los medios. Faena variada y con clase, no exenta de riesgo. Remató con una estocada fulminante que le valió, está vez con todo merecimiento, otras dos orejas para redondear su gran tarde y volver a salir triunfador un año más de San Roque.

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