"Estoy muy bien. No me duele nada. Me acuesto cada día sin ningún dolor. Y eso que no he tomado una aspirina ni ninguna pastilla en la vida". Es su carta de presentación. Muy meritoria, y casi milagrosa, a su edad. Juan Rodríguez Puga cumple hoy 103 años con una energía envidiable, pese a haber superado unos cuantos malos tragos a lo largo de su extensa trayectoria.

Come de todo y no perdona el vaso de vino en el almuerzo y la cena. Solo se queja de "un problema de bronquios" que padece desde su juventud, pero que apenas merma su calidad de vida. Sus secretos de salud están en el desayuno y en el ejercicio, según él mismo cree.

Tras levantarse a las ocho y media en punto, asearse y vestirse, su primera comida consta de: una pieza de fruta, dos dientes de ajo, tres nueces, una barra de cereales y un plátano con pan. "Todos los días lo mismo. Ni leche ni café. Para mí es la comida más importante", explica. A las once en punto sale de casa para dar su primer paseo del día por su barrio, O Calvario. Un recorrido que repite por la tarde, de cuatro a seis. "Doy los mismos pasos todos los días y disfruto mucho. Tenemos un paseo tan bueno como el de Príncipe", relata.

Juan es casi una institución en su barrio. Siempre encuentra con quién disfrutar de una buena conversación durante sus caminatas diarias. Lleva 38 años jubilado tras regentar la recordada peluquería Puga desde 1939 hasta 1977, junto al mercado. Allí cortó el pelo y afeitó a generaciones de vecinos de la zona. Un local "muy concurrido porque había una parada de tranvía en la puerta", relata.

Pero antes de dedicar su vida profesional a la peluquería de caballeros en Vigo vivió una juventud cargada de sobresaltos. Nació en la aldea de Sar de Penelas, en el municipio ourensano de Castro Caldelas, el 1 de junio de 1912. Fue allí donde aprendió desde muy pequeño el oficio con familiares, pero también se dedicó a la música. Era gaitero en un grupo en la que se integraba también su hermano Eladio, "un gran artista del tambor", cuenta. "Tocábamos en todas las fiestas de la zona. Fue una época bonita", añora.

Dos disparos

Se casó con su mujer, Remedios -fallecida hace seis años-, en 1935 pero enseguida tuvo que abandonar su hogar para luchar en la guerra civil, durante la que recibió dos tiros. El primero, en un hombro, en 1936, en la localidad asturiana de Grado. "Me llevaron a Guitiriz (Lugo) y allí estaba hospitalizado cuando nació mi hijo, Juan", señala con amargura. El segundo disparo lo recibió en la cara. Sobrevivió casi de milagro. "La bala me atravesó la nariz y un trozo cayó al suelo, pero lograron reconstruírmela", apunta.

Aquella fue una etapa para olvidar, en la que pasó "mucho miedo". "Una vez estaba dando fuego a un chico al que dispararon. Cayó muerto delante de mí y no me pasó nada...", afirma pensativo. "Las pasé canutas pero sigo aquí", concluye para cambiar de tema.

Y es que todo aquello fue tan solo un mal episodio que Juan Rodríguez Puga prefiere olvidar. En general, califica su vida como "muy tranquila". "He tenido una familia muy buena. Mi mujer era una persona estupenda. Sabía llevar la casa y ordenar como nadie y guisaba tan bien...". La recuerda muy emocionado. "Tengo un hijo, cinco nietos y siete biznietos. Todos maravillosos. No me puedo quejar".