El ictus es la primera causa de mortalidad entre las mujeres españolas y la segunda en los varones. De hecho, se calcula que cada seis minutos se produce un ictus en España. Es la enfermedad cerebrovascular más frecuente y cuya incidencia va en aumento debido, en gran parte, a la cada vez mayor esperanza de vida, ya que la edad es uno de los factores que condicionan la aparición de este tipo de enfermedades.

Cerca de sesenta investigadores de la Red Temática de Investigación Cooperativa en Enfermedades Cerebrovasculares (Invictus) del Instituto de Salud Carlos III, cuyo coordinador es el investigador gallego José Castillo Sánchez, jefe de Servicio de Neurología del Complejo Hospitalario Universitario de Santiago (CHUS), celebran desde ayer en la capital gallega la segunda reunión anual de este grupo, donde se expondrán los resultados de los últimos estudios, entre ellos, los que presentarán los investigadores del Laboratorio de Neurociencias Clínicas del CHUS José Campos y Tomás Sobrino. Los fármacos neuroprotectores y la utilización de células madre para regenerar el tejido dañado son dos de las líneas de investigación más prometedoras, según el neurólogo gallego.

"Las enfermedades cerebrovasculares son un problema epidemiológico que va en aumento por la evolución demográfica de la población porque, aunque son enfermedades que pueden aparecer a cualquier edad, a partir de los 60 años se dispara la posibilidad de padecer alguna de estas patologías", explica el coordinador de Invictus. Esto explica el aumento de casos que hay cada año. "Si es la primera causa de muerte en las mujeres es porque estas tienen más esperanza de vida que los hombres", asegura.

Según el investigador gallego, una de las líneas de investigación más prometedora se centra en la búsqueda de marcadores que permitan identificar de forma clara si un paciente tiene tejido cerebral dañado y qué cantidad de este sería recuperable. "El reto diagnóstico en este momento es identificar de forma fácil y sencilla aquellas zonas del cerebro que son recuperables después de presentar síntomas de un ictus. De momento hay algunas aproximaciones, que se hacen con resonancia magnética, pero que no son ni fáciles, ni accesibles ni muy claras", explica.

El desarrollo de nuevos fármacos es, en su opinión, otra línea de investigación ilusionante. El investigador explica que en estos momentos hay abiertas varias investigaciones en dos grupos de tratamientos que son "esperanzadoras". "Uno de ellos es la llamada neuroprotección, es decir, proteger al cerebro que está afectado para que no se afecte más y a la zona dañada para que no se lesione, porque es muy distinto, después de un ictus, que el paciente quede con un poco de deficiencia en una pierna que en una silla de ruedas", explica el científico, que añade que algunos de estos neuroprotectores se encuentran ya en la fase de ensayo clínico.

El otro grupo de fármacos en los que trabajan los investigadores se enmarca en la medicina regenerativa, un capítulo que el doctor Castillo califica de "apasionante" por las posibilidades que presenta. "Se trata de la utiliziación de factores de crecimiento y terapias con células madre, que permiten recuperar y regenerar las zonas del tejido cerebral ya dañanas", explica. También en esta línea hay ya fármacos que se encuentran en la fase de ensayo clínico.

En cuanto al nivel asistencial por enfermedad vascular cerebral en España, el neurólogo asegura que es "francamente buena". "Hoy, casi todos los hospitales son capaces de ofrecer un alto nivel del capacidad de atención. Otra cosa es el mantenimiento de estos pacientes en fisioterapia, terapia educacional, asistencia social mantenida... que es un capítulo pendiente". Respecto a la asistencia social, lamenta el retroceso que han sufrido las ayudas a enfermos dependientes debido a la crisis. "Son enfermedades con una gran morbilidad lo que, desde un punto de vista humano, social y económico, es terrible, porque incapacitan al paciente y a la persona que tiene que encargarse de él", opina. Sobre las unidades de ictus hospitalarias, reconoce que pretender montar una cada pocos kilómetros sería inviable, aunque matiza que lo que sí debería haber son vías de derivación flexibles y ágiles entre centos para un mejor acceso al tratamiento del ictus.