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Ángel Santos: "Llega un momento en que la vuelta a casa es imposible porque todo ha cambiado"

La premiada película, rodada en Galicia, se estrena hoy en los cines de toda España

Ángel Santos (drcha.), junto a los actores Andrés Gertrudix, Marta Pazos y Hugo Torres. // Xoán Álvarez

Un viaje en torno al desarraigo, al cine y al amor. Un retrato, aún sin ser pretendido, de las frustraciones y aspiraciones de la generación actual de jóvenes. El director pontevedrés Angel Santos estrena mañana en cines de toda España su segundo largometraje, "Las altas presiones", producido por Matriuska Producciones y rodado entre Galicia y Portugal. Narra la historia de Miguel, un joven cineasta que vuelve a su tierra natal, Galicia, en busca de localizaciones para una película ajena. El reencuentro con los paisajes del pasado lleva al protagonista a analizar el propio rumbo de su vida. Tras el preestreno ayer en los cines Numax de Santiago, Santos presenta la cinta hoy (17.15 horas) en los cines Norte de Vigo y, tras la proyección, habrá un coloquio con el director.

- La película se estrenó con muy buenas críticas en el Festival de Cine de Busan (Corea del Sur) y ha sido galardonado en el Festival de Cine Europeo de Sevilla y en el REC Tarragona. ¿Es una garantía para el estreno en salas comerciales?

-Bueno, el público de los festivales es diferente. Esta es la primera vez que se va a ver en Galicia y siempre tienes el pánico sobre si la gente irá al cine o no. A la hora de trabajar yo no pienso mucho en el público, sino en mí mismo como espectador. De hecho, mi anterior trabajo, "Dos fragmentos/Eva" solo fue visto en el circuito de festivales pero es una alegría ver que hay salas y programadores que van poco a poco abriéndose a un cine que, hasta ahora, había sido expulsado del circuito comercial.

-¿La etiqueta "cine de autor" sigue asustando?

-Sigue habiendo una tendencia a prejuzgar las cosas sin conocerlas. Yo considero que esta es una película muy acogedora y para todos los públicos; una historia que no es nada difícil de comprender aunque los ritmos puedan ser diferentes a los de una película más comercial. Pero lo que sí tiene esta película es mucho respeto por el espectador ya que le deja total libertad para sentir. Estamos muy acostumbrados a que nos manipulen en el cine; nos digan cuándo hay que reír y cuándo hay que llorar y nosotros dejamos el espacio mucho más abierto.

-Galicia no suele estar precisamente bajo la influencia de las altas presiones...

-No, es más bien tierra de cielos encapotados y de bajas presiones, este mundo gris que se le supone también al personaje, que lleva una buena carga existencial a sus espaldas. Me gustaba ese juego entre la climatología y las presiones que carga uno encima. Además, las altas presiones auguran algo positivo, un cielo despejado, y la película también tiene ese tono optimista que espero que se contagie.

- La vuelta al hogar de la infancia, ¿nunca deja a uno impasible?

- Yo creo que llega un momento en que uno no puede volver a casa; es ya otro lugar. Tratas de reencontrarte con tus amigos o con un tiempo perdido y te das cuenta de que las cosas han cambiado, que ya es imposible hacerlo.

-Esa sensación de dejar el hogar, de añorarlo y, a veces, de regresar, se entiende bien en Galicia.

-Sí, yo mismo me fui a Barcelona a estudiar cine pero tenía claro que quería volver y trabajar aquí. Galicia es una tierra de emigrantes y ahora muchos jóvenes se marchan fuera para estudiar o trabajar. El relato no es para nada autobiográfico, sino de experiencias compartidas.

-La crítica califica su película como un "relato generacional". ¿Está de acuerdo?

-No fue algo premeditado y, de hecho, huíamos de la idea de poner voz a una generación. Pero es inevitable que, partiendo de mi intimidad, haya una serie de experiencias comunes, de lugares de encuentro, y que acabemos hablando de lo que sentimos toda una generación de jóvenes que luchamos por dedicarnos al mundo artístico.

-En el mundo artístico, ¿el desencanto es aún mayor?

-La sociedad en general está desencantada. Nos interesaba reflejar el trasfondo de la crisis y a la vez tener una conciencia de clases y una conciencia política, aunque el medio en que nos movemos lo rechace porque el mundo del cine tiene algo de burgués.

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