Psiquiatras y psicólogos gallegos se mostraban ayer impactados ante la noticia del estudiante que mató a su profesor e hirió a varias personas en su instituto. Sin embargo, todos coinciden en que hay que ser muy cautos a la hora de opinar sobre la tragedia. "Empiezan a mencionar que podría tener un brote psicótico, pero aún no hay nada claro; una enfermedad aclararía muchas cosas, pero no es totalmente necesario que tuviera un trastorno y hay que ser cuidadoso porque se puede perjudicar mucho a las personas que sufren estas enfermedades", advierte José Manuel Olivares, jefe de psiquiatría del CHUVI. "Un suceso de estas características es el resultado de una suma de muchas realidades. La primera es que vivimos en una sociedad que nace viendo la violencia, en la que los padres dejan a los niños solos ante la televisión y ellos mismos se pelean en los partidos de fútbol de sus hijos. Pero también habría que conocer las circunstancias personales de este chico; cómo fue su infancia, si se sentía acosado en clase...", comenta el psiquiatra.

Olivares destaca la necesidad de que hubiera una mayor prevención de este tipo de violencia, aunque lamenta que el sistema no está preparado para ello. "Falta personal en las escuelas y en los centros de salud. Los orientadores de los centros nos envían a chavales con problemas pero hay una lista de espera de cuatro meses en salud mental infanto juvenil para atenderlos... el sistema es insuficiente", advierte.

En la misma línea se muestra el psicólogo Hipólito Puente, vicedecano del Colegio Oficial de Psicólogos y orientador del IES Álvaro Cunqueiro de Vigo. "Tan solo en un tercio de los centros educativos se cuenta con la figura del psicólogo y es fundamental que exista en todos ellos, ya que es quien mejor puede detectar perfiles emocionales desajustados y remitir a esos alumnos a salud mental", explica. "Al año yo derivo a unos 15 o 20 alumnos a salud mental por distintas causas, pero nos topamos con que este servicio está desbordado y no se les puede atender como necesitarían", añade.

Por su parte el psicólogo Ricardo Fandiño, presidente de la Asociación de Salud Emocional en la Adolescencia e Infancia (ASEIA) y psicólogo del Centro de Menores Montefiz de Ourense, insiste en no relacionar de manera precipitada el comportamiento del joven catalán con un problema psicopatológico. "Es injusto, pues estigmatiza a los adolescentes que tienen patologías mentales y no cometen nunca en su vida este tipo de actos tan terribles", indica.

En la asociación que preside cuentan con el programa "Adolescencia positiva" que trata la prevención de la violencia en los jóvenes en todos los ámbitos. "Hay consenso en que los actos de violencia entre los chicos y hacia sus profesores o sus padres son cada vez más frecuentes, por eso es importante trabajar a fondo con las familias", valora. "La prevención puede no evitar actos puntuales de violencia extrema, pero sí sensibilizar a los menores en que la violencia no es un juego y que las consecuencias pueden ser terribles", indica.

Fandiño destaca que el hecho de que el joven catalán no tenga edad penal "no significa que no vaya a hacerse nada con él; se pondrán en marcha los mecanismos de protección de menores y tendrá acceso a un tratamiento o ingresará en un centro. Hay consenso entre los juristas y los profesionales de otros ámbitos en que los 14 años es una buena edad en la que ya entienden las consecuencias penales de un acto".

"Para la maldad no hay una edad concreta, aunque siempre nos llama la atención tanta agresividad y violencia", apunta por su parte el psiquiatra Tiburcio Angosto. "Lo extraño es que no manifestara conductas agresivas anteriormente , aunque eso es algo que aún tendrán que investigar". Angosto cree que es importante conocer acontecimientos anteriores en la vida de este chico que den una pista de su comportamiento, "y eso es lo que suele fallar, que muchas de esas pistas pasan desapercibidas", advierte, al tiempo que recuerda que "un menor violento va a ser con seguridad un adulto violento".