Teresa Forcades ha fundado junto al economista Arcadi Oliveres el movimiento político Procés Constituent a Catalunya, con el que se presentarán a las próximas elecciones de la región y que ya cuenta con 47.000 adheridos. Quiere la independencia de Cataluña, que Podemos gane las elecciones generales, acabar con el capitalismo y con la monarquía. Está a favor de que la mujer decida sobre su embarazo, de que los homosexuales y transexuales entren en la Iglesia y de que los católicos demuestren su fe buscando una verdadera justicia social.

-Una monja en política no es nada habitual.

-No me presento como candidata. Mi lectura del Evangelio aboca a la justicia social, y mi papel social me llevó a esto. En 2016 el 1 por ciento de la población tendrá concentrada toda la riqueza. ¿Cómo voy a estar de acuerdo?

-¿Cuáles son los objetivos de su movimiento político?

-El objetivo es impulsar en Cataluña una plataforma no para gobernar, sino para abrir el proceso constituyente. Queremos una ruptura, por eso decimos que haremos la revolución. Tiene que haber consejos ciudadanos, referéndum para los tema controvertidos, rendición de cuentas, revocatoria para los políticos y los presidentes y procesos constituyentes desde abajo. Tenemos una Constitución que secuestra el poder popular.

-Y la independencia de Cataluña.

-Por supuesto. No queremos que haya en Cataluña un movimiento independentista hegemonizado por la derecha. Queremos la independencia porque la mejor oportunidad para hacer esa ruptura es hacerla en un nuevo país, con una Constitución anticapitalista.

-Razónelo.

-Las unidades políticas cuanto más pequeñas, que no aisladas, pueden tomar mejor sus decisiones. Eso es crecer en democracia.

-¿Cataluña podría sobrevivir sola?

-Hay que frenar esa globalización uniformizada, en la que todos acabemos hablando inglés. Quiero más pluralidad, tanta como sea posible, sin atomizar y sin confrontar. No queremos ninguna frontera ni mala relación con España. Pero sí que en Cataluña podamos decir sí o no, que ahora no podemos.

-Pero después vendrán Galicia, el País Vasco y todas las demás.

-Pues adelante. No cambiará nada, sólo que, en vez de estar supeditados como estamos ahora, será una relación de tú a tú. Eso lo deseo para todo el mundo.

-¿Y qué pasará con España?

-Que la llamaremos confederación de los pueblos ibéricos o no sé. Hay varios modelos. Estados Unidos es uno y Suiza otro. Mi motivación tiene más que ver con el segundo por la parte lingüística. Si estás en un contexto político que quiere limitar tu riqueza, tu idioma, tienes que salir.

-¿Y una lengua es suficiente para pedir la independencia?

-Sí, si no se está bien en la unidad política a la que se pertenece.

-Comparten ideas con Artur Mas entonces.

-Mas está hegemonizando este proceso, pero no es el promotor. Esto nació de las CUP, un partido independentista y anticapitalista que lleva más de 20 años haciendo un trabajo de hormiguita. Fueron ellos los que empezaron los referéndum por los pueblos. Artur Mas lo miraba desde la barrera hasta la gran manifestación del 11 de septiembre. Ahí pensó: o me uno o me barren, y se presentó como líder.

-¿Estaba a favor de la consulta del 9 de noviembre?

-Completamente, y asumiendo todas las consecuencias. Este objetivo no se consigue sin confrontación institucional; sin violencia, por supuesto, pero con desobediencia civil, como Gandhi.

-Ha declarado que le gustaría que ganara Podemos.

-Yo apoyé en las europeas a Podemos. Y que ganen las generales nos beneficiaría, porque han dicho que el destino de Cataluña tiene que ser decidido en Cataluña.

-¿Cómo ve la Iglesia su posicionamiento político?

-En mi comunidad hay de todo, pero hay espacio para que cada una haga lo que quiera, siempre que no falte al Evangelio. Cuando empiezas a rascar en la teoría de los que se oponen y me critican, ves una ideología del otro lado. Entonces no es que no les guste que haga política, sino que no defienda su ideología.