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Día mundial contra la enfermedad

Raquel Castiñeira, enferma de cáncer: "Nos tratan como si fuésemos apestados"

La marinera moañesa protagoniza la campaña para reunir firmas en favor de que se cambie la Seguridad Social para que confiera mayor protección a estos pacientes

Raquel Castiñeira, en la campaña de Change.org. // Change.org

Se sienten arrinconados. "Nos tratan como si fuésemos apestados. Nos dan de lado y nos dejan a nuestra suerte", critica Raquel Castiñeira, marinera moañesa que se recupera del cáncer y que, a pesar de las secuelas que padece, todas las mañanas, a las seis, se echa a la mar. "Hago lo que puedo, que cada vez es menos, francamente, porque en cuanto cojo un poco de peso o hago un movimiento brusco el antebrazo se me pone rojo -dicen que es que coge fiebre- y comienza a dolerme o se me duerme. Es horrible", asegura esta marinera de 49 años, que a partir de mañana, Día Mundial contra el Cáncer, protagonizará la campaña de recogidas de firmas en Change.org para solicitar mayor protección a los enfermos de cáncer, con la que su impulsora, la viguesa Beatriz Figueroa, quiere pasar de los 500.000 al millón de apoyos. El lema: "Los enfermos de cáncer no deberían trabajar".

A Raquel Castiñeira le diagnosticaron cáncer de mama en el pecho izquierdo en febrero de 2010 y pese a haber obtenido en enero de 2012 una incapacidad total permanente, en octubre de ese mismo año se la retiraron. Según el Instituto Social de la Marina (ISM), adscrito a la Secretaría de Estado de la Seguridad Social, está capacitada para desarrollar su trabajo.

"Las analíticas pueden salir bien, pero no tienen en cuenta las secuelas. Y lo que me contestó la médica aún no le he digerido. No fue nada amable. Y yo buscaría otro empleo, pero, ¿quién te contrata con 49 años y siendo enferma de cáncer? No te quieren en ninguna parte", se lamenta.

Raquel Castiñeira estará, también mañana, en la concentración convocada a las 11.30 en la entrada del Instituto Nacional de la Seguridad Social (INSS) de la calle O Grove, en Vigo. "Todo esto lo hago ya no por mí, sino por mi hija y por todas las personas que puedan encontrarse en una situación parecida a la mía, porque creo que juntas podemos hacer mucho más", argumenta esta mujer, que continúa embarcando en la planeadora, desafiando a la mar. "Mi marido solo no puede hacer 39 kilos de almeja todos los días. El problema es que desde que me extirparon los ganglios no puedo con las nasas", se queja esta moañesa, que actualmente sigue un tratamiento de hormonoterapia.

Reconoce que se había rendido, después de ir de puerta en puerta sin que ninguna administración se hiciera eco de sus demandas. "Incluso invité a los inspectores a que me acompañaran durante uno o dos días para que vieran qué supone salir a la mar y que vieran si puedo o no hacerlo, pero no aceptaron", relata. Ahora muestra este trabajo al mundo a través de Change.org, para reclamar una mayor protección para los enfermos.

Y el suyo no es el único caso. Manuela Gómez es ourensana, tiene 45 años y trabajaba como camarera de habitaciones cuando, en mayo de 2013, le diagnosticaron un cáncer. Estaba a punto de a cumplir un año en la empresa y ya le habían confirmado su renovación, aunque la enfermedad se cruzó en su camino y se quedó en paro. A ella el INSS sí le reconoció la incapacidad total permanente. Cobra 509 euros y desde el pasado mes de diciembre vive con su madre, de 80 años. Ahora estudia un ciclo medio de gestión administrativa de cara a buscar un trabajo que no requiera esfuerzo físico y para no darle demasiadas vueltas a la cabeza, apostilla.

"Es empezar de cero a los 45 años y, aunque tengo esperanzas, tampoco me hago demasiadas porque sé que el perfil no ayuda mucho. El cáncer es un estigma", sostiene esta ourensana, que pide a la Administración más compromiso, generosidad y empatía con los enfermos. "Somos personas, estuvimos cotizando, y ahora tenemos unas necesidades que no nos cubren estas contribuciones indignas", declara.

Más dramática si cabe es la situación de José Paz, de 54 años, a quien en 2011 le diagnosticaron cáncer linfático, y que desde hace un año subsiste con una prestación de 360 euros. "Porque tiramos de los ahorros, pero estamos catatónicos", afirma su esposa, Carmen Guitián. Con este matrimonio de Mondariz viven dos hijos. A Carmen Guitián le sorprende que habiendo más casos como el suyo apenas haya voces denunciantes. "El silencio de los enfermos es lo que hace fuerte a quienes nos gestionan", asevera.

José Paz cotizó como autónomo durante veinte años. Tenía un almacén de fruta y una representación de delicatessen. Sin embargo, un trombo en una pierna -diagnosticado en principio como una discopatía- le impedía viajar, por lo que echó el cierre a su negocio y comenzó a trabajar por cuenta ajena en una panadería.

Llevaba tres años empleado cuando le diagnosticaron el cáncer. "José se siente mal y abandonado porque si la enfermedad ya es desgarradora, enfrentarte a ella sin recursos es demoledor", asegura esta mujer, que confiesa que estuvo a punto de encadenarse para llamar la atención de la Administración. "Le dieron el alta del cáncer y que se busque la vida. Y las secuelas, ¿qué? No puede trabajar; no tiene fuerzas. Todos los meses tiene que recibir un tratamiento de inmunoglobulina para que no le bajen las defensas. Su vida activa ha desaparecido. ¿Qué hace entonces?", se cuestiona esta mujer.

Estos son solo tres testimonios de la desprotección con la que quiere acabar la campaña para que se modifique la ley de la Seguridad Social.

Carmen Guitián, Mondariz, esposa de enfermo

"Te dan de alta del cáncer y te dicen que te busques la vida. ¿Y las secuelas?"

Manuela Gómez, Ourense

"Mujer, 45 años y con cáncer. El perfil no ayuda a encontrar trabajo"

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