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Chema Madoz: "El azar ha marcado algunas de mis imágenes más representativas"

"La fotografía y la poesía tienen en común la brevedad, la intensidad, la posibilidad de comunicar con los mínimos elementos posibles"

El fotógrafo Chema Madoz. / Guillem Bosch

El reconocido fotógrafo Chema Madoz (Madrid, 1958), Premio Nacional de Fotografía en el año 2000, es uno de los artistas españoles con mayor proyección internacional. Poseedor de un universo poético de gran poder metafórico, descubre lo extraordinario dentro de lo cotidiano. En su extensa obra destacan sus trabajos surrealistas en blanco y negro.

-¿Qué descubrió con su primera cámara?

-La posibilidad de jugar con las imágenes. Para mí la fotografía, hasta aquel momento, tenía un vínculo directo y estrecho con la idea de realidad. Lo que mostraba una fotografía al espectador era una situación por la que tu habías pasado, un paisaje que habías visto, unos personajes que aparecían en la imagen y que te podían ser más o menos cercanos y ayudabas a preservarlos en la memoria, pero siempre con ese vínculo estrecho con la idea de la realidad. Para mí, el gran descubrimiento fue que al empezar a tomar fotografías me empecé a dar cuenta de la importancia que tenía el fragmento, el pedazo que seleccionabas; cómo aparecían los elementos dispuestos en esa fotografía; y cómo podías condicionar la lectura posterior. Descubrí un lenguaje, una forma de transmitir ideas, de comunicar emociones, de fabular, y me quedé totalmente desconcertado. Ahí empezó todo.

-Uno de sus propósitos es "sacar el máximo de partido con los mínimos elementos". ¿Siempre ha trabajado con un equipo reducido?

-Sí, prácticamente desde el principio. Tenía muy pocos medios, el dinero justo para comprarme una cámara. Asistí a una escuela en la que te enseñaban a manejar la cámara o a hacer unas copias en el laboratorio, y me encontré con un grupo de gente que teníamos un problema muy similar: estábamos en una disciplina en la que el apartado técnico tiene mucho peso y posibilidades. Todos teníamos unas ideas maravillosas y fantásticas pero no las podíamos realizar porque no teníamos el equipo necesario. Todos los proyectos se iban postergando, hasta que intuí la necesidad de darle la vuelta a la situación. Me paré a pensar y me dije: "Una cámara fotográfica, capta imágenes, con un objetivo de 50 milímetros que ve prácticamente como mi ojo. A partir de esto, y con estas limitaciones, qué puedo contar". Desde entonces siempre he trabajado con un equipo básico, una cámara con un objetivo normal, un trípode y para de contar.

-¿Qué papel juega el misterio en su trabajo?

-El misterio es el motor, el aliciente que me empuja en el día a día, el ir descubriendo cada poco imágenes o conceptos que a lo mejor no había llegado a presentir o estaban difusos en la cabeza y que a partir de las propias imágenes voy poniendo en orden. Cuando uno lee un libro llega a entenderlo realmente porque sirve para poner en orden todo lo que previamente está en tu cabeza. Es decir, reconoces en el libro lo que tienes en tu cabeza. El libro ordena las ideas. A mí me pasa algo parecido con las fotografías.

-Aunque deja cierto margen al azar.

-Sí. El azar siempre está presente, es inevitable. El mío es un proceso en el que parece que todo está predeterminado desde que surge la idea, con un pequeño dibujo, boceto o una aproximación visual de cómo quieres que sea esa imagen, pero una vez que entras en la realización siempre ocurren cosas que vienen a enriquecer esa idea inicial. El azar ha marcado algunas de mis imágenes más representativas.

-¿Qué recursos comparten la fotografía y la poesía?

-La brevedad, la intensidad, la posibilidad de ejercer la comunicación con el lector o espectador con los mínimos elementos posibles. Un poema, y si piensas en los haikus la relación se hace más evidente, tiene esa brevedad e intensidad del destello, la posibilidad de transmitir algo prácticamente con nada.

-¿Cuál es el último objeto que ha adquirido?

-Unos moldes de unas manos de pianista.

-¿Cuál suele ser la procedencia de los objetos con los que luego trabaja?

-Me encanta visitar mercadillos de segunda mano o el Rastro de Madrid, donde puedo encontrar un aluvión de objetos que han caído en desuso o que vienen de casas cuyos propietarios han muerto o se han desecho de ellos. También los puedo adquirir en cualquier tienda, en casa de unos amigos o de los contenedores de la basura.

-Pues algunos ayuntamientos multan con hasta 750 euros por rebuscar en los contenedores.

-Lo sé. Me estoy jugando el tipo (risas).

-¿Va en busca del objeto o este le sale a su encuentro?

-Hay veces que los compro sin saber muy bien por qué, si me servirán o qué voy a hacer con ellos pero tengo una especie de intuición de que hay algo en él con lo que podré trabajar. Se quedan en el estudio un tiempo dando vueltas y generalmente suele salir una idea. En otras ocasiones el proceso es justo el contrario: tengo el concepto, la idea, y busco el objeto concreto con el que poder representar esa idea con la que juego en mi cabeza.

-Premio Nacional de Fotografía, ¿cuántos fracasos ha cosechado?

-El fracaso es algo con lo que convives constantemente, algo que te empuja a un nuevo intento, es parte del día a día. Hay infinidad de imágenes que intentas llevar a cabo que tienen en su raíz la semilla del fracaso, se agotan en sí mismas, pero igual sirven para abrir puertas a otras posibilidades que no habías considerado. Es consustancial. El fracaso y el éxito conviven en la misma medida.

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