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Cuando el nido se queda vacío

La emancipación de los hijos provoca en algunos padres tristeza e incertidumbre » Los expertos aconsejan vivirlo como un cambio de ciclo natural y asumirlo como un triunfo

Óscar Martínez y Cecilia Roth, en una secuencia de la película argentina 'El nido vacío' (2008), de Daniel Burman.

El amor en el nido familiar es como un nido de aves. Cuando los polluelos están criados, llega el momento de volar, así es la vida. Un transición lógica y natural que, sin embargo, se torna en cuesta arriba para algunos padres: han dedicado los mejores años de su vida a luchar por el bienestar de la familia y, de repente, se encuentran desprovistos de su misión primordial. Las emociones que experimentan (tristeza, soledad, vacío, nostalgia...), unidas a la sensación de incertidumbre, como si la vida perdiese su sentido, son, a veces, difíciles de asumir.

"Este tipo de emociones son relativamente normales en las familias y suelen ser pasajeras, se van diluyendo con el tiempo si el proceso de adaptación a la nueva situación familiar se produce correctamente", destaca el presidente de la Asociación de Terapia Familiar e Mediación de Galicia, Antonio Olives, quien rechaza la existencia del llamado síndrome del nido vacío -"no estamos hablando de una entidad clínica, sino de una situación por la que algunas personas pueden experimentar sentimientos de tristeza o soledad, aunque es verdad que si se prolonga demasiado en el tiempo puede desencadenar otro tipo de problemas", puntualiza- e insiste en que la emancipación de los hijos es "un cambio de fase en el ciclo vital al que hay que adaptarse", igual que ocurre cuando, por ejemplo, se empieza a vivir en pareja. "Todo cambio implica un periodo de adaptación, en el que los miembros de la familia tienen que renegociar sus propias reglas", señala.

Olives reconoce, sin embargo, que la emancipación de los hijos se llevará mejor o peor en función de lo flexibles que hayan sido los progenitores y de cómo hayan vivido su paternidad. Por norma general, la conciencia del nido vacío se hace más patente en los padres que se han consagrado a sus hijos sin desarrollar otros intereses personales en su tiempo libre. Uno de los antídotos contra la tristeza y la soledad que pueden provocar la marcha de los hijos estaría, por tanto, en recuperar el tiempo perdido descubriendo aficiones que se habían dejado aparcadas por falta de tiempo o de energías. "Es muy positivo pensar en qué fantasías teníamos cuando el nido estaba un poquito más ocupado y aprovechar la oportunidad que nos brinda ahora la vida para llevarlas a cabo", subraya el presidente de la Asociación de Terapia Familiar e Mediación de Galicia. Otras propuestas para hacer llevadera esa transición serían las siguientes:

| Invertir más tiempo en actividades de ocio. Ocupar el tiempo que antes se dedicaba a los hijos en actividades de ocio y tiempo libre que resulten agradables, como viajes, aficiones, deporte, labores útiles para la casa o el desarrollo personal y profesional.

| Reavivar la vida de pareja. Aprovechar la soledad del nido familiar para recuperar la intimidad y el diálogo que quizás no se podía tener cuando los hijos se encontraban todavía en casa.

| Retomar retos pendientes. En la línea de lo que apuntaba Antonio Olives, hay que intentar ver el problema como una liberación o una oportunidad para poder hacer cosas que se habían dejado aparcadas.

| Aceptar la nueva situación. Hay que tratar de ver esta transición como lo que realmente es, una nueva etapa del ciclo vital: la relación con los hijos cambia, no termina.

| Comprender que la pérdida es positiva. También resulta muy importante que tanto los hijos como los padres comprendan que la pérdida es positiva. Para ello, es conveniente fomentar pensamientos del tipo: "Si están listos para irse, entonces hemos hecho un buen trabajo".

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