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Los problemas de los más jóvenes

Crecer, una carrera de obstáculos

"Esta sociedad dificulta cada vez más la crianza de los hijos. La culpa no es de nadie. Hoy lo tenemos muy difícil para ser padres", afirma una experta

La psicóloga Meritxell Pacheco Pérez, ayer, en Santiago. // Xoán Álvarez

Situaciones como la adopción, el divorcio, la muerte de un ser querido o una experiencia traumática pueden influir en el comportamiento del niño, en su estado emocional, en su rendimiento escolar y en su forma de relacionarse con los demás. Sin embargo, un niño que crece en un ambiente familiar donde no se ha dado ninguno de estos factores también puede desarrollar trastornos del apego como consecuencia de una la carencia afectiva. "Hay muchos padres centrados en sus carreras que día a día no pueden dar respuesta a las necesidades emocionales de sus hijos y cada vez son más las familias que demandan ayuda profesional para recuperar este apego", explica Meritxell Pacheco Pérez, profesora de la Facultad de Psicología, Ciencias de la Educación y Deporte de la Universidad Ramón Llul de Barcelona, que ayer dio las herramientas y técnicas indicadas para tratar estos casos en una jornada formativa organzada por el Colegio de Psicología de Galicia en Santiago.

"La sociedad actual dificulta cada vez más la crianza de los hijos", reconoce esta doctora en Psicología, quien matiza, sin embargo, que no se tratar de buscar culpables, sino de actuar. "La culpa no es de nadie. Hoy lo tenemos muy difícil para ser padres. Lo importante es reconoce que hay un problema e intentar solventarlo", añade.

Según esta especialista, los cambios en el comportamiento y un peor rendimiento escolar son dos de las señales inequívocas de que el pequeño tiene un problema emocional. Por ello, es muy importante que los padres y los educadores sepan reconocer estos signos. "Siempre que haya un cambio en la vida del niño (un divorcio, una muerte, una adopción) hay que estar atento por si hay algún cambio. Un niño que no quiere aprender, que está retraído, que no se ríe o que ríe menos, que tiene pataletas o se muestra agresivo de repente es que le ocurre algo", explica esta especialista, que lleva un decenio trabajando con familias adoptivas y formando a profesionales.

Los trastornos de apego se dan con mucha frecuencia tras una adopción, debido al radical cambio que esto significa para el pequeño. Tanto la familia como el niño tienen que estar dispuestos a afrontarlos juntos. "Lo normal es que una adopción funcione bien, pero en ocasiones no es así. En España, donde la adopción es internacional, el niño necesita un tiempo para adaptarse no solo a su nueva familia, sino también a una cultura diferente", recuerda. Compartir el tiempo es uno de los factores claves para superar este escollo. "A veces estar en el sofá sin hacer nada facilita una comunicación que no se da en el día a día y hace que el niño se abra y cuente lo que le preocupa", asegura.

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