Cuando los niños empiezan con solo dos o tres años a manifestar que son del sexo contrario al que le asignaron al nacer, la mayoría de los padres creen que sus hijos son casos únicos. Algunos se asustan aunque tratan de comprender; otros lo rechazan. Y todos se preguntan qué hacer. Comienza entonces un largo recorrido en el que llaman a mil puertas en busca de respuestas, muchas de ellas erróneas porque los protocolos existentes van dirigidos solo a los transexuales adultos. Padres y niños en la misma situación se han unido y creado Chrysallis (chrysallis.org.es), la primera asociación de Familias de Menores Transexuales de España que, en año y medio, ya cuenta con más de 60 familias asociadas y más de 200 les han pedido asesoramiento.

Más de 140 padres, menores transexuales y sus hermanos -"los grandes olvidados de esta historia", reivindica Natalia Aventín, presidenta de la asociación- de toda España, se reunieron el pasado mes de marzo a las afueras de Madrid para compartir un fin de semana repleto de emociones y de historias con coincidencias, sinsabores y resultados muy parecidos. "Estas reuniones son muy enriquecedoras para todos", asegura la presidenta.

Aventín relata que los inicios en este proceso son muy complicados. "Te encuentras con muchos médicos que no tienen ni idea de lo que es la transexualidad. Queda mucho por avanzar para que deje de considerarse una patología y se normalice tanto en el sistema sanitario como en el judicial y en el educativo", explica Natalia, que es madre de Patrick, un chico aragonés de 12 años que nació con genitales femeninos -"fue sexado como mujer", rectifica su madre- y se encuentra en tratamiento con bloqueadores que sus padres costean en consulta privada.

"A muchos padres les preocupa demasiado lo que pensarán sus vecinos, la gente del trabajo? se quieren más a sí mismos que a sus hijos", critica la presidenta. "Esto no es algo que puedas apartar, cuanto antes se visualice y la sociedad entienda que existe, mejor calidad de vida tendrán los niños", finaliza.