"Me llamo María, tengo 19 años y quiero ser profesora". María -nombre ficticio porque prefiere preservar su identidad- es una chica transexual viguesa que ha pasado todo un calvario hasta poder presentarse oficialmente de esta manera. Pelo largo, voz dulce, rasgos femeninos, atuendo sencillo y a la moda, un punto de timidez adolescente y, sobre todo, un cerebro totalmente de mujer. Una chica normal, una más de su grupito de amigas. Sin embargo, María nació con genitales masculinos y con la obligación social de comportarse como tal, una circunstancia que le ha hecho madurar de golpe y convertido en una chica muy especial.

Desde muy pequeña, la niña notaba que aquello no encajaba. Le encantaba colocarse la toalla a modo de melena y aprovechaba cualquier oportunidad para "disfrazarse" de mujer. Aunque sentía que, más bien, el disfraz era el atuendo masculino con el que cada día tenía que salir a la calle.

María no entendía bien qué era lo que le pasaba. No tenía ningún referente cercano con el que compararse. "Cuando crecí un poco sabía que no era gay, pero tampoco entendía qué era entonces; me sentía única", recuerda.

En el colegio creció rodeada de niñas con las que jugaba a las barbies y dibujaba princesas y, aunque los primeros años todo fue bien, al ir creciendo comenzaron los insultos. "Me llamaban maricón e, incluso, alguna vez me pegaron", afirma.

Ante esa situación y sin atreverse aún a contar nada a sus padres, María se esforzó en la ESO por masculinizarse. "Llevaba el pelo largo y me lo corté y dejé a mis amigas de lado... pero aquello era un teatro continuo que me hacía sufrir mucho; lloraba todos los días y, claro, los estudios me empezaron a ir mal", explica.

María cambió de instituto pero la situación no mejoró y cada vez se fue aislando más y pasaba los fines de semana en casa viendo la televisión. Sin embargo, fue allí donde, por fin, encontró una pista para ponerle nombre a su caso. "En el programa Supervivientes había una chica muy guapa que resultó ser transexual y empecé a investigar", relata.

María le contó a una tía suya lo que le sucedía y, poco después, a sus padres. "Al principio mi padre relacionaba la transexualidad con los drag queens, pero comenzamos juntos a informarnos y a entender lo que era en realidad", relata la joven, que desde entonces ha contado con el apoyo incondicional de sus padres.

Comenzó entonces el peregrinaje por psicólogos y tediosos tests hasta poner nombre a sus emociones: disforia de género. "Me llegaron a preguntar que si tenía algún familiar con trastornos mentales e incluso que lo mío era un Trastorno de Déficit de Atención; era surrealista", se lamenta ahora.

Desde el hospital público de Vigo la mandaron al de Málaga, único de España que cuenta con una unidad especializada en transexualidad. "Las citas eran para 8 meses después y yo ya tenía 16 años y cada vez estaba más desesperada por el desarrollo de mi cuerpo, así que al final fuimos a una consulta privada en A Coruña", apunta María.

Tras innumerables pruebas con la endocrina, María comenzó por fin con un tratamiento hormonal. "Sólo dos meses después de empezar a tomar anticonceptivos mi cuerpo empezó a cambiar y hasta me salió un poco de pecho; fue un enorme alivio para mí", cuenta. María tenía muy claro que el siguiente paso tenía que ser la cirugía. "No soportaba tener pene; ni siquiera podía ir con mis amigas a la playa ni ponerme pantalones... Era muy duro para mí".

La joven y sus padres se asesoraron bien y, año y medio después de comenzar el tratamiento hormonal, acudieron a un especialista de Barcelona que le operó. Dieciocho mil euros. "Fueron cinco horas de operación y más adelante he tenido que volver a pasar por el quirófano. Tres veces al día tenía que realizar dilataciones para ir abriendo la vagina, lo que al principio era muy doloroso, pero por supuesto que ha merecido la pena", asegura la joven. Y por fin, también el DNI está de acuerdo con su nombre y con su sexo.

María está terminando Bachillerato y planea estudiar Pedagogía en Salamanca. "Quiero empezar de cero, aunque sé que en cuanto esté con un chico tendré que dar muchas explicaciones, que no podré quedarme embarazada, que siempre me tendré que estar hormonando... Pero ahora soy feliz, he madurado mucho y comprendo mejor a la gente, incluso a los que no me entienden a mí", concluye.