Al escritor irlandés John Banville el Premio Príncipe de Asturias de las Letras le cayó como "un juguete nuevo" que no sabe si le halaga más a él o a su álter ego, Benjamin Black, pero ambos lamentan que la imposición del inglés como lengua franca aisle a la literatura anglosajona por falta de traducciones.

Banville (Wexford, Irlanda, 1945) ha ofrecido hoy una rueda de prensa previa a la recepción el próximo viernes de ese galardón, el cual le fue concedido por su "inteligente, honda y original creación novelesca" que le ha convertido hace años en candidato al Nobel.

"Es estupendo tener el inglés, pero también es una gran desventaja porque nos aisla del resto del mundo", ha apuntado el autor de "El Mar" tras lamentar que la "arrogancia" con la que el inglés se ha impuesto como lengua universal haga que los escritores anglosajones acaben "aislados" del resto de literaturas.

Banville ha repasado las claves de su proceso de creación desde el convencimiento de que una obra "nunca está terminada, simplemente se abandona", y de la frustración que le genera apreciar "sólo la fealdad y los errores" de su literatura, ha ironizado.

Así, ha admitido, que, tras concluir "Los infinitos", el que considera su mejor libro, se planteó dejar de escribir al creer que no podría hacer "nada mejor", pero finalmente renunció ante el temor de su mujer a que entonces no tuviera nada que hacer y acabara dedicándose a la política, lo que hubiera sido "destructivo".

El escritor, al que un ministro de Finanzas irlandés describió como "un turista" en su propio país, ha reconocido sentir el peso sobre su obra de la gran tradición literaria de la isla, con nombres como Beckett, Joyce, Yates o Wilde, aunque también se sienta respaldado por una tradición que le da "apoyo y sustento".

"Esos autores son una especie de figuras de la Isla de Pascua que proyectan sus sombra sobre mí y que parecen decir: 'Mira, mi obra, Banville, ¿cómo nos vas a impresionar?'", ha asegurado, a la vez que ha atribuido el éxito de la literatura irlandesa al hecho de escribir en un idioma "distinto" al del resto del mundo anglosajón.

Así, un escritor irlandés como Banville, el primero de su país que gana el Príncipe de Asturias, tiene conciencia de que debe ser "muy bueno", dado que no parece haber tradición de autores secundarios. "O eres un fracaso absoluto o un gran escritor, y los que estamos en medio tenemos la idea de emigrar", ha bromeado.

A su juicio, el inglés de Irlanda parte de su imposición como idioma en la isla y a que el uso que se hace de ella en el ámbito literario la dote de un ritmo diferente al del inglés convencional, en el que se recurre con mucha frecuencia a la ambigüedad en el significado de las palabras que se utilizan.

El autor que resucitó para la novela negra al detective Philip Marlowe bajo la firma de Benjamin Black ha tenido también un recuerdo para éste, al que imagina "en casa, molesto y pensando que debería ser el que estuviera aquí pasándolo bien" y que no fuera Banville el que acudiera a recoger el Príncipe de Asturias.

Ambos, ha bromeado, sienten "celos, envidia y furia" del otro y, pese a que sus obras tengan poco en común, cuando se encuentra cansado -"sobre todo, después de comer"-, empiezan a solaparse, "y Banville intenta escribir como Black y viceversa", lo que le obliga a "deshacer" ese proceso.

Aunque asegura desconocer qué pretendía cuando en 2004 empezó a publicar novela negra como Benjamin Black, sí admite que éste le permite "ganar el pan de cada día" con libros "bien hechos, pero sin pretensión de obras de arte", para que Banville "haga lo que quiera" desde "la oscuridad y la perplejidad" en la que trabaja.

"El monstruo (Black) ha salido de su jaula -lleva ya siete libros publicados con ese seudónimo- y no hay manera de volver a meterlo, pero me siento orgulloso de él", ha subrayado.