El origen de La Orden y Mandato de San Miguel Arcángel se remonta a hace casi dos décadas, en 1995, cuando el vigués Feliciano Miguel Rosendo Da Silva, que regentaba una herboristería en el Calvario, galvanizó los ánimos de un grupo de amigos y fundó un coro religioso. Según detalla su biografía en la editorial católica San Pablo, a los pocos meses formaban ya un grupo de más de sesenta personas, que poco a poco fueron implicándose en otras actividades de ayuda al prójimo, con niños, con enfermos y con mayores, haciéndose visibles también en la recogida de víveres para el Banco de Alimentos.

De esta forma el Coro de San Miguel Arcángel se convirtió en el Grupo de San Miguel Arcángel, y hace algo más de un lustro adquirió el estatus diocesano de asociación pública de fieles.

Además de las plantas medicinales que despachaba en su herboristería, Miguel Rosendo Da Silva proporcionaba consejo espiritual en la trastienda del local del Calvario. Por ello cobraba "la voluntad", según fuentes que hablaron con FARO con la condición de mantener el anonimato.

El hermano de una de las mujeres que entró en la Orden pudo salir de la drogadicción gracias a la ayuda de Miguel Rosendo, según estas mismas fuentes. Logros como este aumentaron su capacidad para el proselitismo. Además, se rodeó de profesionales capaces, como la psicóloga Loli Espiñeira, que se unió a la asociación después de conocerle. Ella y otros seglares colaboraron en la rehabilitación del antiguo monasterio franciscano de San Antonio de Vilariño, en Nigrán. El ya fallecido obispo de Tui-Vigo José Cerviño tuvo un contacto estrecho con la asociación, que empezó a sobresalir por sus hábitos azul y amarillo y su faceta musical. Rosendo publicó un disco con canciones de su autoría cantados a dúo por las hermanas Sandra y Marta al estilo de Ella Baila Sola. El músico católico vigués Rubén de Lis colaboró con la asociación dando clases de guitarra y actuando. Ayer expresó su sorpresa por la destitución de Miguel Rosendo.

Ya en marzo pasado FARO trató de ponerse en contacto con Miguel Rosendo, personalmente y a través de la Junta de Gobierno de la Orden, pero el mutismo fue absoluto. Ya entonces fuentes del Obispado reconocían denuncias por comportamientos sectarios.