Años atrás, el mundo abría la boca anonadado y aplaudía la puesta en marcha del acelerador de partículas más grande del mundo en Ginebra, el LHC. Corría el año 2008 cuando se ejecutaban las primeras pruebas. El avance de la investigación buscando respuestas a las preguntas sobre el origen del espacio y la materia ha obligado a desarrollar un nuevo acelerador internacional; esta vez, en Alemania. Este no será más potente en energía que el LHC pero sí permitirá acelerar más partículas a la vez. Capitaneando el proyecto se encuentran trece investigadores de la Universidade de Santiago de Compostela (8) y de la Universidade de Vigo (5), ayudados por cuatro empresas del sector aeronáutico del área olívica. Su participación en una iniciativa de 13 países podría tambalearse debido a la tozudez del Gobierno en reducir la inversión en Investigación y Desarrollo más Ciencia.

La meta final del proyecto es reproducir una miniexplosión de estrellas en la Tierra y de forma controlada. De momento, "los plazos de construcción del acelerador se están cumpliendo pero lo que es cierto es que, cada vez, nos cuesta más porque los presupuestos en investigación se recortan cada vez más. El acelerador lo construimos en una colaboración internacional que lidera la Universidade de Santiago (USC) pero participan grupos de investigación de Alemania, Suecia, Francia, Polonia... Lo vamos construyendo entre todos", explica el físico José Benlliure, profesor en la universidad compostelana.

Situación "preocupante"

"Los recortes sufridos han provocado que tuviéramos que reducir nuestra contribución en el proyecto y eso nos hace perder liderazgo en él, pero es lo que tenemos", se queja el investigador.

Preguntado sobre cómo viven la situación, indicó que "es preocupante". Los temores llegan hasta tal punto que incluso no descartan que Galicia pueda acabar descolgada de una iniciativa que ideó, que lidera y que está dando trabajo a varias compañías.

Mientras en Alemania los trabajos prosiguen con la excavación de túneles donde se asentará el colisionador; la sección gallega ya tiene acabado el diseño de una de las partes fundamentales de la maquinaria: el calorímetro.

"El calorímetro lo estamos construyendo por partes y estimamos tenerlo acabado en el año 2017 o 2018", añadeel físico. "Su fin es detectar las partículas que se producen en esas reacciones (la reproducción de una miniexplosión de estrellas) y, a partir de ellas, entender cómo ha tenido lugar. Es como nuestro microscopio, nos permite ver cómo ha tenido lugar la reacción", agrega el profesor de la USC.

Este calorímetro está siendo elaborado por la institución compostelana en colaboración con el grupo CIMA de la Universidade de Vigo, encargándose este último de toda la estructura mecánica en fibra de carbono que será la encargada de sujetar los detectores.

En estas tareas, varias empresas gallegas, unas cuatro, colaboran. Estas están radicadas en el área de Vigo y especializadas en la construcción en fibra de carbono para el sector aeronáutico.

La búsqueda de la recreación de la miniexplosión de estrellas (supernovas) es vital ya que la explosión de supernovas solo ocurre una o dos veces cada cien años. "Son sucesos muy raros en el universo. Para recrearlos, necesitamos aceleradores más potentes. Por eso, estamos construyendo uno en Alemania", detalla Benlliure.

La estimación es que hacia el año 2020 se pueda probar por primera vez este acelerador que costará unos 1.200 millones de euros y en el que trabajan unos 3.000 físicos europeos.

Agrega el investigador José Benlliure que las pruebas en dicha máquina permitirán obtener también información de la vida de una estrella. Sobre las aplicaciones prácticas, reconoció que -de momento- no hay; pero que, algún día, a largo plazo, la aplicación podría consistir en usar la radiación que emiten los núcleos para imagen médica, en la reproducción, por ejemplo, del volumen de un tumor o localizarlo.

El acelerador está siendo construido en el Instituto de Física Corpuscular en Darmstadt, Alemania, donde se trabajó durante varios años Benlliure. De ahí, la conexión entre la Universidade de Santiago y el centro germano.