Si la ambiciosa expedición Malaspina acaba de realizar una fotografía de cómo son los océanos a principios del siglo XXI que quedará para la posteridad, el Instituto de Investigaciones de Vigo (CSIC) es el encargado de custodiar parte de las muestras que integran esa "instantánea". Concretamente, las recogidas a 4.000 metros de profundidad.

"Fuimos encargados de recoger las muestras de materia orgánica del océano profundo, de hasta 4.000 metros, y ahora lo somos de custodiarlas hasta que dentro de quince años podamos volver a abrirlas para estudiarlas de nuevo", resume el químico vigués e investigador del CSIC de su ciudad desde hace más de 20 años, Xosé Antón Álvarez Salgado.

Álvarez Salgado, doctor en Químicas que forma parte del Instituto de Investigaciones Marinas, fue uno de los gallegos elegidos para protagonizar la mayor expedición científica marina de la historia. Y ayer abordó las conclusiones de este reto científico que supuso Malaspina en una ponencia en Barcelona.

Entre los principales puntos de interés, para el experto, está el hecho de que "la materia orgánica disuelta en el mar tarda más tiempo en renovarse que el agua del propio océano". El océano tarda en renovarse unos 300 años, mientras que las sustancias orgánicas permanecen hasta 600 años, según el experto. Entre esa materia orgánica coloreada disuelta en el agua del fondo marino se encuentran algunas sustancias con interés médico, farmacológico o cosmético.

Y así lo explicó en el congreso sobre Malaspina que reúne estos días a los principales expertos en el mundo marino: "Hemos estudiado el contenido en materia orgánica disuelta del océano profundo. Nunca se había hecho hasta la fecha de Malaspina un inventario de la concentración de esa materia orgánica, de la parte que tiene color. ¿Cuánto pervive en los océanos? Pues la materia orgánica coloreada -la que absorbe luz ultravioleta y es visible- tarda en renovarse en los océanos unos 600 años. Esa es una de las principales conclusiones a las que hemos llegado tras realizar los cálculos. Son compuestos orgánicos naturales; materia que tiene el océano y que producen los organismos por sí mismos".

Otra de las claves para Álvarez Salgado está en la constatación de una biodiversidad marina, incluso en las aguas más profundas, desconocida hasta la fecha. "Nos ha sorprendido las miles de especies que hay en el océano profundo, con unos genes también desconocidos hasta ahora y que viven sin luz, a una temperaturas muy bajas y con unas presiones muy altas. Allí se vive en unas características muy difíciles y eso puede darnos claves de cómo resistir a enfermedades o hacer nuevos estudios médicos", asegura.

Más de 30 investigadores gallegos, junto a compañeros mallorquines y catalanes, se subieron a bordo del buque Hespérides hace cuatro años para realizar un estudio en profundidad -tan profundo que alcanzaría los 4.000 metros bajo el nivel del mar- de la biodiversidad oceánica y, al mismo tiempo, de los efectos del cambio climático. Eran científicos que trabajan en el CSIC, en las sedes de Vigo y A Coruña del Instituto Español de Oceanografía (IEO) y en la Universidad viguesa.