La entrada del Auditorio Mar de Vigo era un hervidero de gente, incluso después de las nueve de la noche, hora que la cita comenzaría con un telonero al famoso guitarrista. El respetable que acudió a ver a Satriani se puede definir, por edad, variedad y aspecto, como adult oriented (hard) rock. Mayormente masculino, muy estilo "Easy rider", heavies, nu-metaleros y modernos varios, todos con muchas ganas de rock de alto voltaje. Y en fin, habrá quien por alto voltaje guitarrero entienda J. Mascis, pero muchos otros, qué duda cabe, lo asocian al virtuoso Satriani. El auditorio se llenó hasta la bandera de público deseoso de ver las demostraciones de virguería sonora en canciones entre el blues, el rock y el hard o directamente el heavy.

Arrancaron Oli Brown & RavenEye, unos teloneros perfectamente ajustados al espectáculo posterior. Con un volumen poderoso y una profesionalidad rocosa ejecutaron hard rock de aires retro. Poca novedad, pero potencia granítica. Tocaron hasta las diez menos veinte de la noche y después fue ya el turno de la estrella. A partir de las diez en punto.

Señalado desde los ochenta como un virtuoso, Satriani puede presumir de un dominio técnico de las seis cuerdas que pocos alcanzan. Veloz, cabriolesco, capaz de hacer cosas con sus dedos que nadie logra, eso es lo que ofrece en directo. Austeridad sobre el escenario (unas discretas proyecciones puntuales al fondo), y una banda concisa: bajista con aspecto metalero, segundo guitarra (encargado también de los teclados) y una batería grande como una casa como bases para los desarrollos de un Satriani que apareció de riguroso negro y con gafas de sol.

El fuerte de Joe Satriani en directo, evidentemente, es alargar los arranques de virtuosismo hasta el infinito. Una escalada donde la melodía pasa a segundo plano, y donde los solos rápidos como Concordes son el único leitmotiv. Su rock instrumental no busca una narratividad cinematográfica o dramática, sino sacar a relucir su habilidad, hacer brillar al guitarrista de excepción. Sostenido por una contundencia "hard" que al fan le parecerá intensa.

Es posible que si no eras fan del guitarrista a la tercera canción, y sobradamente comprobada la categoría de maestro de Satriani, el concierto se hiciese repetitivo y plano, cansino entre las poses del bajo, el ritmo pesado de la batería y los sube y baja vertiginosos de la eléctrica, pero de lo que no cabe duda es de que a los seguidores de este coleccionista de Grammys (15 nominaciones) Satriani les da lo que le piden. Una demostración de virtuosismo y velocidad alrededor de su instrumento.