Fuma puritos, toma el café solo y su corazón se relaja con jazz. Igual que su hijo literario, el detective privado Ricardo Blanco. "No es autobiográfico, pero sí un personaje cercano, con mis vicios y las pocas virtudes que pueda tener", reconoce José Luis Correa, que ejerce de profesor de Didáctica de la Lengua y la Literatura en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. En la "Semana negra" de Gijón presentó la séptima entrega de su detective, "El verano que murió Chavela" (Alba Editorial). En el mismo estío que fallece la cantante mexicana, aparece un cuerpo en Las Palmas. "Un muerto sin nombre, un muerto de la crisis; extranjero y digamos que 'de segunda clase', dado que no es alemán, americano ni inglés", explica. Ante la falta de interés por el caso, se hace con él Blanco, un personaje situado ya entre los grandes del género negro.

- Las Palmas vuelve a ser el escenario. ¿Es mejor escribir de lo que uno conoce bien?

- Claro, sobre todo porque si lo fuera a cambiar tendría que documentarme. Me preguntan: ¿Por qué no sacas a Ricardo de Las Palmas? Lo podría sacar pero tendría que empezar a dedicarle mucho tiempo, a investigar. Escribo a vuelapluma. Las Palmas la conozco, porque sé de qué va, domino todos los ambientes y lenguajes. Y Las Palmas es un lugar como otro cualquiera.

- Aunque sea Las Palmas, también aparecen bosnios, serbios, un poeta libanés?

- Es que en ese terreno estamos avanzados. Ahora se habla mucho de la multiculturalidad. Y Las Palmas ya lo era hace cuarenta años. Yo estudié con hindúes, chinos, marroquíes? Las Palmas siempre fue una ciudad tremendamente cosmopolita.

- ¿Cuáles son las claves de una buena novela negra?

- Es una pregunta complicada. En el fondo la novela negra hoy es un poco la novela crítica, social, urbana. Es difícil no escribir hoy novela negra si quieres plantear una temática medianamente real, que no sea demasiado intimista. Si quieres eso, te sale novela negra porque no puedes dejar de hablar de crisis, de injusticias, de desahucios? Está a la orden del día. Empecé a escribir novelas de estas hace quince años, pero ahora tiene mucho más sentido por la realidad. La primera parte es esa, una novela negra tiene que estar anclada en la realidad que estamos viviendo.

- ¿Y la parte criminal?

- Lo de menos a veces es el crimen y el muerto. Muchas veces el crimen, el muerto y el asesino pasaban por allí. Lo que interesa es reflexionar sobre cosas alrededor de ello: la maldad, el alma humana, luces y sombras que tenemos todos, qué nos hace capaces de matar? Y por supuesto una novela de este tipo, aunque todas se fundamentan en un final eficiente, necesita un final claro y evidente. Que no tiene que ser feliz.

- ¿Sigue siendo una mina el detective Blanco o ya se hace complicado sacarle jugo siempre al mismo personaje?

- Es lo que la gente demanda. En el fondo he escrito otras cosas, pero lo que la gente quiere es este tipo de novelas.

- Es decir, es una mina.

- Claro. Desde el punto de vista editorial, es la novela que quieren y además estoy encantado con él. Al ir creando un personaje ya forma parte de tu vida. Una novela de entregas de este tipo hace que el universo narrativo que está alrededor de Ricardo (su secretaria, su abuelo, el agente Álvarez, la mujer de Álvarez, su socio Miguel Moyano y su mujer) ya forman parte casi de tu vida. Entonces es muy complicado no salirse de ahí. De todas formas, yo estoy muy a gusto y el día que deje de divertirme o de apetecerme a lo mejor lo dejo.

- ¿Qué cree que tiene Blanco para haber entrado en ese elenco de grandes personajes de la novela negra actual?

- Es diferente. En el fondo los lectores de novela negra son lectores muy fieles. Y eso tiene un doble sentido. Quieren seguir viendo y reconociendo al personaje, pero también quieren cosas nuevas. Lo que tiene es que es distinto, es un detective canario. Es una visión diferente a los otros detectives, con un ritmo, una forma de ver el mundo distinta.

- Pero aplatanado no, porque un detective aplatanado...

- No, aplatanado no. Bueno sí y no. Quiero decir, juega con todos esos elementos. Uno lo que aporta es descubrir ese universo grancanario al lector de novela. Como el que va a la novela nórdica y descubre ciudades, países y culturas diferentes.

- ¿Aguarda ya alguna historia más de Blanco?

- Estoy ya en la octava. Es un reto que me lanzó mi señor rector de la Universidad, que me dijo que por qué no planteaba una novela en la universidad. Y yo le dije: "Mis personajes son unos canallas y unos cabrones y me parece que va a quedar muy mal parada la universidad". Va a ser la historia de una estudiante italiana de doctorado que muere asesinada y violada y hay un sospechoso, que es su profesor y amante.

- Se apellida Blanco y es una estrella de novela negra. ¿Pura coincidencia?

- (Risas) Sí. Realmente me preguntan mucho de dónde sale Ricardo Blanco y tampoco recuerdo muy bien cómo salió el nombre. No pensaba más que escribir una novela de este hombre. Ni siquiera me lo planteaba como novela negra. Quería montar un detective en Canarias a ver qué pasaba. No era el primero, pero después sí han venido más. Y hemos formado una corriente bastante interesante.