La radioterapia es una de las bases del tratamiento oncológico. Su objetivo es erradicar el cáncer o controlar el crecimiento de un tumor pero, aunque en los últimos años se han producido grandes mejoras tecnológicas que permiten la irradiación de una forma más precisa, es inevitable que el tejido sano reciba parte de esa radiación. "Un 40 por ciento de los pacientes sufre toxicidad aguda en el momento de la radiación, pero solo un 8% la desarrolla tras acabar el tratamiento, incluso muchos años después; es esa toxicidad tardía la que tiene efectos más graves como el comprometer la función de otros órganos o desarrollar segundos tumores. Nuestro test detecta precisamente la predisposición del paciente a sufrir esos efectos tardíos", describe Ana Vega.

El objetivo final es mejorar la calidad de vida de los pacientes. "Con el aumento de las tasas de curación de los cánceres más frecuentes, como el de mama y el de próstata, la mejora de su calidad de vida adquiere una mayor importancia", añade la experta.

El equipo se encuentra muy satisfecho con la publicación del estudio -cuya primera autora es Laura Fachal- en la prestigiosa revista Nature Genetics. "Es muy complicado publicar en una revista como ésta y estamos muy orgullosos", afirma Vega.