En "American tune" (1973) Paul Simon escribió "venimos en un barco que se llama "Mayflower"/ venimos en un barco que navega la luna/ venimos en la hora más incierta de nuestro tiempo/ y cantamos una melodía norteamericana". Utilizando como excusa a uno de los primeros barcos de inmigrantes a USA (el "Mayflower", navegado en 1620), se refiere el cantautor estadounidense a las emociones ambivalentes de tantos y tantos recién llegados a las costas de EE.UU. desde sus países de origen, con el Sueño Americano al fondo y la miseria al frente. Además del velero "Mayflower", otro de los símbolos de entrada a USA fue la isla de Ellis en Nueva York, donde se encontraba, a principios y mediados del siglo XX, el principal centro de acogida a inmigrantes de la costa este. Para hacernos una idea: se calcula que aproximadamente 100 millones de norteamericanos podrían, actualmente, encontrar a sus ancestros en alguno de los listados de entrada de la isla. A Ellis la utilizó Francis Ford Coppola como lugar fundacional para contar la historia de Vito Corleone en "El padrino II"; o la utilizó Elia Kazan en "America, america" para hablar de su propia biografía. En la (todavía corta) filmografía de James Gray están muy presentes Coppola, Kazan, las clases sociales y, por tanto, las inmigraciones (disculpen, pero me rechina utilizar el singular). Estos referentes ya son manifiestos desde su extraordinario debut "Cuestión de sangre" (1994) hasta "La noche es nuestra" (2007), donde regresaba a su obsesión por la integración de las comunidades extranjeras recién llegadas (con sus costumbres, con sus religiones,... con sus identidades, al cabo) a un país por construir y, cómo no, la violencia que esta situación genera.

"El sueño de Ellis", con guión original de Gray y Ric Menello, relata la llegada de una inmigrante polaca, Ewa (Marion Cotillard), y su hermana a los USA en 1921. Después de que su pariente se quede internada en el centro de la isla de Ellis por una enfermedad de pulmón, Ewa entra en USA gracias a los manejos de Bruno (Joaquin Phoenix), un chulo de baja estofa que acaba empujándola a la prostitución, y también se adentra en el centro de un triángulo amoroso con su protector y el primo de este, Emil (Jeremy Renner). Como consiguió en "Two lovers", James Gray maneja el drama íntimo con una contención e inteligencia asombrosas: quizá estemos delante de uno de los pocos directores verdaderamente clásicos que quedan y que manejan extremos: cuando toca, la emoción y la asepsia; si lo pide el texto, la repulsa y la indiferencia. Y lo asombroso es que no ha cumplido los cincuenta. Posee el cineasta la capacidad de entender el arte cinematográfico a través de unos estándares ya difuntos, aquellos que hacen, a ratos, de "El sueño de Ellis" una combinación de "La puerta del cielo" con "La ley del silencio" o "La rosa púrpura de El Cairo". La mezcla resulta extraordinaria porque, insertos en la cuidadísima fotografía de Darius Khondji, se manejan tres actores de otro planeta: Marion Cotillard, una intérprete quizá inexplicable en el cine actual; Joaquín Phoenix, un actor que desborda todo lo que hace; y Jeremy Renner, dispuesto a asaltar cualquier trono (solo hace falta revisar la cuarta temporada de la serie "Louie").

"El sueño de Ellis" confirma a James Gray como uno de los grandes directores de su generación. De esos que, de haber explotado en los setenta, pasaría a formar parte de la camada de Lucas, Spielberg, Scorsese, Cimino, Coppola? Desgraciadamente, el cineasta y autor norteamericano se ha encontrado una realidad muy diferente: con unos estudios multinacionalizados y un público globalizado que no permiten que su filme sea del presupuesto y el alcance que se merece. Aún así, con su película, Gray habla de todo aquello que nos une a los que estamos y a los que estuvieron: la pobreza, el viaje, la desesperación, la religión, el amor? Como casi siempre, bajo las costuras de sus metrajes se encuentra la esperanza pero está tan, tan escondida que hace falta entender bien el mundo para agarrarla y, a la manera de su protagonista, pase lo que pase, no soltarla.