Antonio y Martín son dos niños gallegos de 10 y 11 años respectivamente que sufren diabetes tipo 1 desde hace 1 y 5 años. Durante este tiempo han tenido que aprender a convivir con los controles diarios de glucosa, las inyecciones de insulina, la cuenta de los hidratos de carbono y los horarios estrictos. Pero hoy, esta enfermedad crónica con la que conviven en España cerca de 30.000 niños menores de 15 años, ha pasado a un segundo término. Ambos niños son los representantes gallegos de los 80 menores de toda España que han sido seleccionados entre más de 400 para participar durante todo este fin de semana en la Lilly Diabetes Cup España, un campeonato de fútbol organizado por la farmacéutica y por la Federación de Diabéticos Españoles en el que, además de jugar a su deporte favorito, comparten experiencias con otros chavales con su misma dolencia y dan un nuevo paso en su autonomía.

La emoción está servida porque todos los partidos los juegan en la Ciudad del Fútbol de Las Rozas, lugar de concentración de la Selección Española de Fútbol, y se alojaran en la Residencia de Futbolistas que la Federación Española tiene en estas instalaciones, en las mismas habitaciones que sus ídolos de La Roja, separados de sus padres y controlados en todo momento por personal médico y voluntarios.

"Está siendo una pasada", asegura Martín Soneira. La relación de este coruñés con la diabetes se remonta a hace cinco años. "En una semana el niño adelgazó mucho, se pasaba el día tirado en el sofá y bebía mucha agua; aquello me extrañó bastante y fuimos muy pronto al médico", recuerda Margarita Blanco, su madre. Tras las primeras pruebas, la familia de Merexo, Muxía, fue enviada directamente al Hospital de Santiago, donde el pequeño estuvo ingresado 15 días. "De golpe te encuentras con un diagnóstico, diabetes tipo 1, del que apenas conoces nada; es un golpe fuerte, pero en los días que estuvo ingresado tanto él como los padres salimos positivos, conociendo en lo que consiste la enfermedad y su tratamiento", explica Margarita.

Para Martín, los comienzos fueron un poco complicados. "Era un buen comedor y lleva mal algunas cosas de la dieta con momentos rebeldes, pero en realidad no pasa hambre porque es una dieta de 2.000 calorías", asegura la madre. Actualmente, se realiza controles de glucemia unas cinco veces al día y se pincha otras tantas dosis de insulina. "Alguna le pica un poco y protesta pero, en general, lo lleva bien", explica Margarita.

Renuncias

La familia intenta que el niño mantenga una vida lo más normal posible aunque hay cosas a las que el niño de momento ha tenido que renunciar. "No puedo ir a dormir a casa de mis amigos ni a algunos cumpleaños y no me dejan tomar chucherías, eso sí que es un fastidio", lamenta el niño. Sin embargo, está muy emocionado porque este verano va a ir, por primera vez, a un campamento en Moaña que organiza la asociación de diabetes a la que pertenece. "En septiembre comienza el instituto y creo que esto puede ser bueno para fomentar su autonomía, ya que aún no se pincha él solo", apunta Margarita, que tiene otros dos hijos, un niño de 9 años, Miguel, y una niña de 1, Marina, que no han desarrollado la patología.

A este viaje a Madrid, Martín se ha llevado a su hermano Miguel, otro forofo del fútbol, y a su madre. "Es una pasada dormir en el mismo sitio que los de la Roja", asegura Martín, que fue seleccionado por un vídeo en el que contaba lo mucho que le gusta el fútbol con las hermosas vistas desde su casa de fondo.

Un simpático vídeo casero fue también el que llevó a Antonio a vivir esta experiencia en Madrid. "Les decía: ¡Cogedme a mí, por favor, cogedme a mí!" , cuenta riendo el niño de San Cibrao, en Lugo. Antonio es muy deportista; juega al fútbol sala, al baloncesto, al ping-pong y va a la piscina. Ayer por la noche estaba exultante después de un día de emociones. "Mi equipo, el de las serpientes, ha ganado los dos partidos de esta tarde", aseguraba de camino a una cena sorpresa que les habían preparado.

Antonio es diabético desde hace un año. Al igual que sucedió con Martín, la madre de Antonio notó de repente que algo no iba bien. "Se levantaba varias veces a hacer pis por la noche, algo que hasta entonces no hacía, y bebía más de lo normal, aunque no era algo exagerado", describe María Rosa López, su madre, que tras realizarle una medición de glucosa en la farmacia fue directa al hospital. "Le ingresaron para estabilizarlo pero como llegó en unas condiciones bastante buenas solo estuvimos 8 días", añade. "Al principio es un agobio porque sabes que es algo para toda la vida y te llevas un buen disgusto, pero pronto te das cuenta de que hay cosas peores y que es cuestión de acostumbrarse y crear una rutina", considera María Rosa.

Antonio es un niño disciplinado y casi desde el principio comenzó a pincharse él solo. "No me hace daño; lo que más me fastidia es que me dan poca comida y no poder tomar helados y golosinas", asegura el niño. A sus padres, por su parte, les ha costado más acostumbrarse a las noches. "Te da miedo por la posibilidad de una hipoglucemia, pero poco a poco te vas tranquilizando", comentan. Antonio no ha vuelto a trasnochar en casa de ningún amigo. "Los padres no quieren esa responsabilidad; es normal", apunta la madre.

Pero anoche Martín y Antonio durmieron solos. Y encima en las camas de sus ídolos. Y regresan a Galicia convencidos de que no hay más límites que los que cada uno se autoimpone.