Los viajes al pueblo lejos de los padres, los campamentos o las dificultades para conciliar de muchas familias provocan cada verano que miles de niños se 'estrenen' en el uso del teléfono móvil, un cambio ante el que los expertos aconsejan "autorregulación" familiar para evitar perjuicios a la vida cotidiana.

El empleo de móviles para comunicarse, entretenerse o divertirse es positivo para todas las edades, pero el excesivo consumo de estos dispositivos puede llegar a crear dependencia, hasta el punto de que en comunidades como Madrid una campaña combatirá este verano a los 'phonbies', los zombis del móvil.

Y quedarse 'enganchado' a los aparatos o perjudicar las relaciones personales no es el único peligro al que se enfrentan los primerizos, puesto que un incorrecto uso puede abrir la puerta a situaciones de 'ciberacoso' o exponer la intimidad y privacidad de los menores -según el INE, casi un tercio de los niños de 10 años y un 83 % de los de 14 tiene móvil-.

Por ello, el presidente de la asociación Protégeles, Guillermo Cánovas, aconseja que en el arranque de las vacaciones padres y menores negocien tiempos y modos de uso y tengan en cuenta una serie de principios en el momento en el que a muchos niños se les da su primer 'smartphone'.

En verano, las familias tienen la necesidad de mantener el contacto con los menores y por ello se animan a comprar por primera vez o a prestar el aparato de uno de los padres a sus hijos, momento en el que se debe establecer la negociación de la "autorregulación", en la que los menores deben participar.

En primer lugar, el presidente de Protégeles aboga por acordar los tiempos de uso de los móviles o tabletas en función de los periodos en los que la familia considere que la vida en común debe estar "libre de tecnología".

Porque el objetivo no es establecer tiempos máximos de uso de los aparatos, sino normas para proteger la vida en común y el tiempo "con los demás", explica Cánovas, que no aboga por limitar las horas de uso, sino horarios para apagar el móvil antes de acostarse y por algún tipo de restricción para alejarlo en las comidas y cenas.

En estos momentos, por ejemplo, los miembros de la familia pueden optar por dejar sus teléfonos en el mismo lugar y recogerlos al levantarse de la mesa.

El portavoz de Protégeles remarca que, tanto en menores como en adultos, la dependencia de los aparatos no la marca el tiempo al aparato, sino qué uso se le da y si influye en las situaciones de la vida cotidiana: si impide realizar tareas educativas, el trabajo, tener ocio y afecta a las relaciones personales.

A este respecto, el doctor en Psicología y Ciencias de la Salud y exdefensor del menor de la Comunidad de Madrid Javier Urra diferencia entre dependencia y adicción: uno depende del móvil si está perdido en la sierra y necesita que lo rescaten; pero si está todo el día retransmitiendo banalidades de su vida cotidiana a sus amigos a través del teléfono sufre una adicción.