"La infancia es la etapa más larga de la vida de las personas; una etapa paradisíaca, aún sabiendo que en ese momento también se sufre". La cita de la escritora Ana María Matute está guardada en el cajón de los buenos recuerdos del escritor lugués Xabier P. Docampo y amigo de la literata, que ayer colgó en su cuenta de Twitter una fotografía de ambos, datada en un Congreso en Toledo en 2010, año en que dieron a la autora el Premio Cervantes. "Nunca esquecerei os teus libros nin a túa afectuosa persoa", dedicó el autor gallego, Premio Nacional por Cando petan na porta pola noite, tras conocer la noticia y mostrar su pesar.

"Tuve con ella una relación de gran admiración porque yo había leído mucho a Ana María Matute y cuando se publica Olvidado Rey Gudú, en 1996 sentí que era una obra resplandeciente, mezcla de cuento de hadas, dramático y de fábula pero lleno de sentimientos", asegura Docampo. "Tenía una memoria prodigiosa, casi increíble y una gran lucidez. Cuando nos reencontramos en Toledo, se acordaba de la primera vez que nos vimos. Fue en Lisboa, con Carlos Casares. Nos encontramos en un bar donde ella estaba con Bryce Echenique", recuerda.

Matute fue una escritora precoz -comenzó a hacer relatos con solo 5 años y con 17 escribió su primera novela, Pequeño Teatro- y también era niña cuando estalló la guerra civil. Hasta el final, se declaró una superviviente con las letras: "Si no hubiese podido participar del mundo de los cuentos y si no hubiese podido inventarme mis propios mundos, me habría muerto", reconoció la autora. En esa misma tesis insistía en una amplia entrevista concedida a FARO en 1993, en la que explicó: "Yo soy escritora porque nací escritora; nací con ese virus". Y entonces avanzó, "tengo casi la seguridad de que me quedan pocos años de vida".

"En los años setenta, leerle a los niños El saltamontes verde era una fiesta", reconoció el escritor gallego Agustín Fernández Paz, entonces docente, tras conocer la desaparición de Matute. "La producción de literatura infantil entonces era escasa y destacaban muchísimo sus libros". El autor destaca el papel de la escritora como pionera de la literatura infantil e juvenil, cuyas obras, como El polizón de Ulises, "resistieron muy bien el paso del tiempo". En un terreno más próximo y personal, Fernández Paz -Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por O único que queda é o amor- destaca la proximidad de la autora en los simposios y momentos compartidos: "La sentíamos como una de los nuestros".

Ana María ocupaba el asiento K de la Real Academia Española. Allí coincidió con ella el miembro de la RAE, Catedrático de Teoría de la literatura y crítico literario gallego Darío Villanueva. Ya eran viejos conocidos. Algunos de los primeros trabajos de Villanueva en revistas, reconoce, fueron sobre Matute. "Pertenecía la 'Generación de los niños asombrados', quienes eran menores cuando estalló la guerra civil y en sus cuentos predomina el tema infantil. Hay una fina lectura de la escritora desde el mundo del niño: el asombro hacia el adulto. Es una escritora realista, que pone en evidencia todos los vicios de la conducta y el comportamiento humano y lo hace con una visión limpia, no ingenua. Es la dureza de la vida, vista con unos ojos llenos de inocencia sabia y ternura", resume el experto. "Como persona, transmitía gran perspicacia, inteligencia e humanidad. También, un talante muy dulce, sencillo y claro", resume. "Ana María Matute es una escritora excepcional tanto por la calidad de su obra, como por el hecho que, después de haber interrumpido su producción literaria en 1973, volvió con una obra Olvidado rey gudú, que se convirtió en un hito para la literatura española de ese momento", destaca Villanueva.

De nuevo hay una niña como protagonista, esta vez en un mundo de caballeros andantes, brujos, reyes medievales, un 'collage' de fábulas que se solapaban unas a otras. "Tenía una voz de hada y ese color de pelo de hada natural. Creo que era una...", reflexiona la escritora Final Casalderrey, Premio Nacional por O misterio dos fillos de lúa. "Reivindicaba el mundo de la infancia y ella debió ser una niña rebelde", asegura.

Valora la pérdida de una de las escritoras esenciales de los años 50 y 60 en España -tras la muerte de autoras como Carmen Laforet o Carmen Martín Gaite- el escritor y periodista gallego Manuel Rivas. "Su obra traspasa los tiempos, yo no tenía una sensación a la hora de leerla de situarla fácilmente en alguna parte del cementerio", ilustra Rivas. "Además de contar historias y tener un principio de realidad, tiene la condición de una literatura que ejerce el derecho a soñar", avala el escritor -Premio de la Crítica y Nacional de Narrativa por ¿Qué me quieres, amor?-. Con respecto al género fantástico profesado por Matute, asegura que "la buena literatura tiene la condición de que no deja de contar lo espantoso, pero no deja de crear belleza, como desde la tragedia griega", resume. "Su obra seguirá siendo una buena acompañante".