Leni Riefenstahl (1902- 2003) fue la directora del nacionalsocialismo, poniendo su creación al servicio del Partido Nazi. Una de sus obras más destacadas fue El triunfo de la voluntad que comenzó a grabar hace 80 años aunque finalmente estrenaría en el año 1935, con el Congreso de Nuremberg como vehículo discursivo. Autores como el doctor europeo y profesor de Técnicas e Historia de la Propaganda Política de la Universidade de Vigo Alberto Pena aseguran que en él "fusionó progaganda y arte magistralmente"y que, desde el punto de vista histórico "es el mejor documental de propaganda política que se ha realizado".

La catedrática de Comunicación Audiovisual y profesora en la Universidade de Santiago Margarita Ledo se muestra más crítica: "El filme presenta variedad visual, cierto sentido del ritmo y mecanismos perceptivos. Más allá de eso, no queda nada en el cine de Leni Riefenstahl. Sus filmes son fascistas. Si alguien quiere conocer el gran cine alemán de esa época tiene que ir a Murnao, Fritz Lang o Lubistch, los que se van a Hollywood debido al nacionalsocialismo".

Por encima de las opiniones encontradas, de la animadversión contra esta figura por 'colaborar' con el sistema hitleriano, El triunfo de la voluntad supone un documento histórico que recoge parte de los discursos y del pensar de los principales dirigentes nazis de la época y de cómo trataron de manipular a las masas a través, precisamente, de esta película que fue encargada por Hitler como el propio filme indica en su comienzo.

Este arranca con un texto que reza: "Veinte años después del estallido de la Guerra Mundial, 16 años después del inicio del sufrimiento alemán, 19 meses después del comienzo del renacer de Alemania, Adolf Hitler vuela nuevamente sobre Nuremberg para pasar revista de sus fieles seguidores".

A continuación, se ve el cielo con nubes y la cabina de un avión que va sobrevolando Nuremberg, cuyos edificios, con la bandera del III Reich son filmados por las cámaras. Apunta Pena que, "desde el punto de vista técnico y narrativo, hay una escenificación con una sucesión de símbolos del nazismo que facilita la identificación del público",

Entre los símbolos, el profesor gallego señala los rostros de felicidad de los nazis congregados, la imagen de las juventudes hitlerianas encantadas de participar en la celebración pero, sobre todo ello, la imagen "del avión, en el que va Hitler, que surca el cielo como si fuese el Dios que desciende a la Tierra, simbolizando su poder divino sobre Alemania".

Pena añade que "el documental tenía un buen ritmo, música y técnicas de escenografía muy cuidadas. Aquel documental la encumbró y la condenó. Cuando acabó la guerra, fue proscrita de todos los círculos del mundo cinematográfico por estar vinculada al nazismo". Para este profesor, Riefenstahl "se acercó al poder como cualquier intelectual al que le permitiesen hacer realidad su proyecto, una superproducción". Ledo no comparte esta idea y añade que "el filme funcionó en una determinada época. La película está pensada para crear una atmósfera de entrega de las masas a la figura del líder que se glorifica. Todo está manipulado. A nivel de cine, Leni Riefenstahl es una gran mentirosa". Sobre su conexión con Hitler, años después, la propia Leni apuntaría en un documental que "Hitler me fascinó (en un mitin al que acudió cuando aún era actriz) y le escribí una carta, pensé que podía ser el hombre que podía salvar a Alemania".