A las personas que sufrieron y vencieron una enfermedad grave les cambia la mirada. Para bien. Se vuelven más hábiles ante la vida, como si la enfermedad redujera dioptrías mentales. Todo más claro. Dicen que eso le ocurrió a Anastacia, la cantante de Chicago que lo vendió todo y más, y que lleva un rato largo poniéndoselo difícil al cáncer de mama. Lo superó en 2003 y hace unos meses tuvo una recaída.

Anastacia acaba de presentar en España su último disco, de título significativo: "Resurrection". "Siempre puedes resucitarte. De cualquier experiencia complicada puedes aprender algo y volverte más fuerte si eliges bien", decía hace días en Madrid. Tener claras las prioridades en la vida. Una de las canciones de "Resurrection" se titula "Las pequeñas cosas estúpidas" y habla de esas cuestiones sin importancia a las que los humanos damos trascendencia vital y nos amargamos la vida.

La cantante norteamericana, también diseñadora de moda, se sometió recientemente a una doble mastectomía, siguiendo los pasos de la actriz Angelina Jolie. Frente a enemigos poderosos, medidas tajantes. Asegura que "ha desterrado los demonios" que convivían con ella desde hace una década en forma de miedo a que el cáncer se reprodujera.

Nació en septiembre de 1968, con 20 años tuvo su primer éxito. Las ganas y las facultades le vienen por la genética, madre actriz y padre cantante. Cuando en 1998 fue elegida para actuar en un concurso televisivo, una especie de "Operación Triunfo" en los Estados Unidos, los que tenían buen oído se quedaron con aquella cara juvenil con gafitas.

No ganó el concurso, pero cuando llegó a casa se encontró con una llamada.

-¿Anastacia?

-Sí, soy yo. ¿Quién llama?

-Soy Michael Jackson.

El pulso a doscientos por minuto y el ego a la altura de la exosfera. No solo eso. Jackson la puso en el buen camino para fichar por la multinacional Sony. Faltaba ya poco para el lanzamiento de "Freak of nature", un éxito mundial, con siete millones de copias. Los futboleros la recuerdan interpretando el himno oficial de la Copa del Mundo de fútbol de Japón y Corea.

El mundo le sonreía hasta que en 2003 le detectaron el cáncer. El mundo dejó de sonreírle, pero ella no dejó de sonreír al mundo. Ese es el secreto. "Resurrection" llega tras un parón de cinco años en los que ha mantenido larga actividad a favor de iniciativas contra el cáncer y la enfermedad de Crohn. "Someterse a una mastectomía no es algo maravilloso, pero tampoco es el fin del mundo", dice. Es consciente de que entre Angelina Jolie y ella han ayudado a "visibilizar" una decisión que a muchas mujeres aterra. Anastacia ironiza: "Es como si les diera más miedo hacer una mastectomía que morirse". Y, además, ella también se ha beneficiado de los avances de "una cirugía reconstructiva que te deja el pecho estupendo". Anastacia volverá a España en noviembre, y lo hará para cantar en un evento muy especial, el concierto benéfico "Por ellas" a beneficio de la Asociación Española contra el Cáncer.

Aquella chica que deslumbró en el concurso de talentos hace ya más de 25 años, es una mujer de 45 con amplio recorrido vital. El cáncer le coincidió con una separación matrimonial, dolorosa como todas, salvo que uno/a sea un cantamañanas. Se había casado casi por sorpresa con uno de sus guardaespaldas. Esas cosas casi nunca salen bien. "Hay que intentar ver el lado positivo de las cosas y enfrentarse a la vida con positividad y energía". La fórmula a ella le sirve. Disfruta de su trabajo como nunca. "No me preocupa nada estar en primera línea de la música, no lo he hecho nunca", reconoce esta mujer que se ve a sí misma como persona "con cuatro ojos y una voz loca". Se acepta lo de las gafas (llegó a tener más de mil, una especie de obsesión), que le sientan muy bien, y lo de la voz personal e intransferible, rasgada y un tanto rota, pero hay que poner en cuarentena eso de que no ha estado nunca en primera línea. Lleva vendidos unos treinta millones de copias, y eso en medio del fenómeno del pirateo a gran escala.

Pasa por ser la más pequeñita de las grandes estrellas femeninas de la canción. Son 157 centímetros de vitalidad a prueba de bomba, que ella compensa con zapatos de tacón y plataformas con las que se pasea por los escenarios. Viste a su manera; los más críticos dirían de su guardarropa que es un monumento a lo friki; los más benévolos, que tiene un estilo personal y que ella sí se puede permitir una dosis de extravagancia.

Mujer un tanto inclasificable, también por el estilo indefinido con el que canta. Se dice que es una mezcla de soul, rock y pop, el híbrido "sprock", que no tiene libro de estilo. El sprock le va bien a esta rubia de voz negra, otro de los tópicos que le acompañan. En "Resurrection", para los que se quieran acercar al disco, hay más de soul que de rock. Disco más pausado, menos movido, más reflexionado, menos compartido en su producción, más esperado, menos condicionado por el mercado. No le garantiza el éxito, pero al menos confiesa que se lo ha pasado muy bien grabándolo. Es su sexto LP de estudio. Ya pasaron quince años desde aquel "I'm outta love" con que se la conoció en España y acabó vendiendo millones de copias en los cinco continentes. En 2004 llegó otra canción mítica, la "Left outside alone", que algunos seguidores mantienen en la memoria para tararearla sin mayor problema.

Positiva, militante frente a la enfermedad, generosa en sus aportaciones (puso en marcha un fondo de lucha contra el cáncer de mama), Anastacia canta y baila, compone y se mueve en palos musicales muy distintos. Polifacética que cae bien, discreta en su vida privada y alejada de polémicas y estridencias. Vuelve y suena bien. Lo que canta y lo que dice.