El juego de la silla, los sándwiches caseros, los gusanitos, las patatas fritas, la piñata e incluso los parques de bolas parecen haber pasado de moda para celebrar los cumpleaños o las comuniones. Al menos para las niñas. Por toda España y también en Galicia comienzan a proliferar centros especializados en las llamadas beauty parties, un tipo de fiesta importada de Estados Unidos en las que niñas de 4 a 12 ó 13 años acuden a unos salones decorados hasta el último detalle en rosa, se disfrazan de princesas, se hacen la manicura, la pedicura, les ponen una mascarilla, las maquillan, meriendan cupcakes y frutas y, como despedida, desfilan ante sus (anonadados) padres. Princesismo en estado puro.

Estas fiestas, que para algunos son simplemente una original forma de diversión que entusiasma a las niñas, tienen también detractores que aseguran que fomentan los roles de género convencionales, que sus actividades resultan sexistas y discriminatorias y que se está inculcando a las niñas una excesiva preocupación por el aspecto exterior antes de tiempo.

Lo cierto es que los centros de belleza infantiles empiezan a extenderse con éxito por las principales ciudades del país mientras que los impulsores de la idea intentan desmarcarse de la imagen frívola del mundo de las princesas y la belleza o de cualquier asociación con el universo "Pequeña Miss Sunshine".

Patricia Lois y Elena Pacin fueron las primeras en inaugurar en Galicia, en el verano de 2012, un centro de este tipo. La fachada de "Beauty Party", en A Coruña, llama la atención de todo aquel que pasa por allí por su cuidada estética. Rosa, por supuesto. Estas coruñesas ya eran propietarias de un centro de estética para adultos y madres y, al ver la curiosidad que los tratamientos despertaban en las más pequeñas, se animaron a abrir este centro especializado para celebrar fiestas de cumpleaños, comuniones "o una simple tarde entre amigas".

Reciben a las niñas con una bata, un turbante en el pelo y unas chanclas y, durante unas tres horas, las "miman" con una mascarilla y masaje facial, les hacen la manicura y la pedicura y las maquillan. Para reponer fuerzas les ofrecen una merienda chic a base de minicanapés con forma de corazón, tarta rosa de fondant y fuente de chocolate y, por último, las pequeñas se disfrazan con vestidos glamurosos o de princesas y ensayan una coreografía que, al final de la fiesta, enseñan a sus padres.

"Esto es una forma de diversión, no un modo de vida; es algo puntual, una tarde en la que las niñas se divierten y ya está. No les estamos educando, es solo un juego", destaca Patricia al tiempo que opina que "las niñas llevan dentro el gusto por todo esto, no creo que sea algo cultural; la controversia solo viene cuando se saca todo de contexto", afirma contundente la esteticista. Las propietarias de "Beauty Party" advierten, además, que "la entrada no está vetada a nadie y si viene un niño adaptamos los disfraces para ellos". Aunque, sin duda, ellos no son el objetivo.

En Vigo, por su parte, había hasta ahora centros de estética que, de forma puntual, organizaban fiestas de este tipo para adolescentes pero desde hace menos de un mes cuenta también con un local específico bautizado como "Le Petit Spa". "La idea es similar a la de otros centros de este tipo, aunque nosotros, además, funcionamos como peluquería infantil. Nos parecía buena idea abrir un local así en Vigo porque están teniendo mucho éxito en toda España y, en el poco tiempo que llevamos aquí ya notamos que hay muchos padres interesados", explican sus creadores, Omar y Tinela.

En sus "Beauty parties", las niñas son recibidas con albornoz y turbante rosa; suavizan su rostro con una mascarilla de chocolate o coco, les hacen una mini manicura, pedicura, decoración de uñas, maquillaje de fiesta o de fantasía (siempre con productos adaptados a su edad), peinados, tocados, disfraces y desfile final en pasarela. "Estas fiestas son también didácticas; los monitores, de hecho, son educadores, y se enseña a las niñas, de una forma lúdica y con mucha fantasía, la importancia de tener hábitos de vida saludables y a que entiendan que este tipo de cuidados son algo puntual, una forma de divertirse en un día especial y nada más", destacan los propietarios, que apuntan que "en las fiestas no se excluye a los niños".

Tampoco lo hace Irene Vázquez Horyaans, que puso en marcha hace ocho meses en Vigo "5 minutos +", un espacio donde organiza fiestas temáticas en las que no faltan las de princesas, aunque también las hay de piratas y caballeros, con talleres de cocina y manualidades y, últimamente, ha tenido mucho éxito una fiesta tipo spa. "Esto no tiene nada que ver con poner a las niñas guapísimas. La idea es que se lo pasen bien y se diviertan; de hecho, me piden cosas de lo más estrambótico que nada tienen que ver con un maquillaje de mujer adulta. Y eso es lo bonito; lo contrario me parece horrible", admite la educadora.

Así, en su local, niñas y niños juegan a pintarse una uña de cada color, a maquillarse flores en la cara y lucir peinados imposibles. "Los niños tienen que serlo durante muchos años y no debemos adelantar acontecimientos aunque es cierto que las niñas se lo pasan muy bien imitando a sus madres, maquillándose y disfrazándose de hadas y princesas", asegura Vázquez.

Separación por sexos

Concha Rodríguez, psicóloga responsable de la sección de Género e Igualdad del Colexio Oficial de Psicólogos de Galicia, considera que este tipo de fiestas son "como dar cien pasos atrás hacia el pasado; no es normal que luchemos contra la educación segregada y, por otra parte, fomentemos que en las fiestas los niños estén separados por sexos". La psicóloga opina que enseñan a las niñas, desde muy pequeñas, a ser mujer objeto y que eso tiene sus consecuencias. "Ves desde pequeña que tu género te requiere ponerte guapa para gustar y fomenta la idealización del amor romántico; las niñas viven una fantasía y eso es peligroso y dañino", afirma.

Rodríguez rechaza la idea tan extendida de que "a toda niña le gusta ser princesa". "Los niños nacen sin género; lo crea después la sociedad y la cultura. En los cuentos, las niñas siempre son princesas o brujas malas, mientras que los personajes seguros de sí mismos no suelen ser mujeres... Esto es algo que va cambiando, pero aún queda mucho por recorrer", indica.

Por otra parte, la psicóloga lamenta que "los padres que quieren educar a sus hijas en la libertad se encuentran discriminados en este tipo de celebraciones cuando debería ser lo normal. Hay que enseñar a convivir y no segregar", concluye.

María Lameiras, profesora de la Universidade de Vigo en el departamento de Análisis e Intervención Psicosocioeducativa e investigadora en torno a la educación sexual, rechaza por completo el concepto de estas fiestas. "Me parece muy triste este retroceso que tiende a reforzar y consolidar el modelo de mujer tradicional en el que las niñas van siendo adiestradas a convertirse en esas mujeres de rosa que se someten al valor y el cuidado de los cuerpos desde el punto de vista de la estética", destaca. Asegura que este tipo de actividades, lejos de ser inofensivas, implican "un mensaje claro de que la mujer es sobre todo un cuerpo, no una persona, y que su valor viene dado por el valor de ese físico, instrumentalizándolas y convirtiéndolas en un objeto". "Tenemos que educar a las niñas para que sean conscientes de que ellas son las únicas dueñas de sus cuerpos y que nadie tiene derecho a decidir cómo deben ser ni cómo deben comportarse", concluye.