El problema de desarrollar universos paralelos a partir de los conocidos es que, a veces, se te pueden desmangar. Eso ocurrió con la primera entrega de "The amazing Spider-Man" (2012) de Marc Webb; al rediseñar el espacio del hombre araña, el filme se perdía y aún más si lo comparábamos con la solidez de la anterior saga dirigida por Sam Raimi.

La elección de los protagonistas, con Andrew Garfield a la cabeza, solo sirvió para que las discusiones se multiplicasen. Una vez vista, aquella primera entrega confirmaba todos los augurios. Pero la taquilla de ese filme fue magnífica: casi ochocientos millones de dólares alrededor del mundo, convirtiéndola en el filme de reinicio (reboot) de una saga con más éxito, y abriendo la caja de las infinitas continuaciones.

Con "Spider-Man 2: el poder de Electro", Marc Webb quiere aprender de errores del pasado para rellenar las dos horas y media de película. La excesiva duración del largometraje le obliga a organizar una película de episodios: toca contar la misteriosa desaparición de los padres de Spider-Man, la aparición de Electro, el nacimiento del Duende Verde, Rhino, la relación con Gwen Stacy? trasladando el filme a los terrenos de la serialidad.

Esto es una suerte porque consigue que su cinta funcione durante la mayor parte del tiempo, aunque siempre con la sensación de estar viendo un despiece en el que sus partes (las hay más y menos afortunadas) no dan un total cohesionado. El ejemplo manifiesto es esa especie de "mcguffin" que ya aparece en el título: Electro. El personaje interpretado por un sobreactuadísimo Foxx (ninguna queja: así lo mandan los cánones) solamente sirve de enlace entre la historia de Peter Parker y la del nuevo Duende Verde; una excusa que demuestra como tal a medida que avanza la película. Esto tiene también mucho que ver con la solvencia de Dane DeHaan en el papel del Duende. Su talento (demostrado en "En tratamiento" o "Chronicle") inunda el resto del metraje y acaba apropiándoselo.

Aparte de su batiburrillo (divertido, como dije), "Spider-Man 2" rechina tanto como esta hornada de superhéroes que lleva obligatoriamente grabada la contradicción, la melancolía y la pérdida. Sinceramente, les prefería cuando eran planos y sin matices. No necesito o, al menos, siempre, que Peter Parker se me atormente demasiado: con que dé una buena paliza a los malos ya soy feliz. Quizás esto suene a queja tonta, pero así recuerdo aquellos cómics infantiles. Y así recuerdo a Truffaut y a Hitchcock cuando decían eso de que la verosimilitud tampoco es tan necesaria.