Términos como la oficina enferma, la adicción al trabajo, el bulling, el síndrome del ejecutivo y el de burnout, la depresión postvacacional son cada vez más habituales. Se trata de riesgos psicosociales emergentes, aunque no todos son tan recientes como parecen. Algunos de estos trastornos o desequilibrios se describieron a principios de la segunda mitad del siglo pasado. Sin embargo, la cada vez mayor competitividad de las empresas, los nuevos avances tecnológicos, aumento de las exigencias en el puesto de trabajo hacen que sean cada vez más frecuentes.

Se calcula que un diez por ciento de los españoles sufre depresión, otro diez por ciento estrés y se calcula que en 2020 en la Unión Europea las llamadas enfermedades psicosociales serán la tercera causa de morbilidad, después de las enfermedades coronarias, algunas de las cuales tienen, además, estas patologías como factor desencadenante, y la primera causa de incapacidad laboral. Pueden llevar emparejados también agotamiento físico y mental, dolores musculares y trastornos alimenticios y de sueño.

La crisis, además, está agudizando estas patologías porque hay más competitivad y más riesgo de perder el puesto de trabajo, según José Manuel Campal, vocal de la sección de Psicología del Trabajo del Colegio Oficial de Psicoloxía de Galicia. "El miedo a perder el puesto se ve en el cada vez mayor presentismo laboral, es decir, la gente pasa más horas en la oficina que las que le corresponde, e incluso va a trabajar estando enfermo. Un estudio realizado en Gran Bretaña constata que el 45% de los trabajadores tuvieron presencia de estas características, algo muy relacionado con la crisis", explica el experto, que aporta un estudio

Según este experto, hay cinco áreas que favorecen la aparición de los trastornos psicosociales: la forma de contratación, el envejecimiento, las exigencias emocionales en el trabajo, el desequilibrio entre conflictos laborales y personales y la cada vez mayor cantidad de información.

Tal vez el trastorno psicosocial de más nuevo cuño sea el denominado tecnoestrés, una enfermedad relacionada con las nuevas tecnologías que fue descrita en 1997 por Larry Rosen y Michelle Weil. "La presencia de nuevas tecnologías, cada vez más habitual, puede causar problemas psicosociales, desde ansiedad ante el nuevo aparato a tecnofatiga, por el gran esfuerzo que tiene que hacer la persona para adaptarse a esa tecnología", explica Campal.

Emparejado con las nuevas tecnologías está también la tecnoadicción, que es la dependencia de una persona a la tecnología. Este síndrome puede estar emparentado con otras dos patologías de la sociedad moderna: el síndrome del ejecutivo y la adicción al trabajo. El psicólogo gallego reconoce que es complicado romper con este tipo de adicciones, ya que no se puede renunciar al factor que lo ocasiona, aunque añade que es posible si se trata tanto al trabajador como a la empresa. "Lo primero que hay que hacer es aprender a diferenciar los momentos laborales de los otros que no lo son", explica.

Quien padece el síndrome del ejecutivo no es capaz de desconectar y aunque no se encuentre físicamente en su puesto de trabajo, lo está en la distancia, un problema que agravan dispositivos como los teléfonos móviles. "Por eso hay que poner unas normas: una hora para mirar el móvil y después desconectarlo", expone el experto, que añade que quien padece este trastorno no descansa aunque esté de vacaciones. "Y esto le crea problemas también en su entorno social y familiar, problemas que a su vez lleva al trabajo, por lo que esa persona pierde su potencialidad", añade.

Un peldaño más arriba se sitúa la adicción al trabajo o "workaholism", término acuñado por el profesor Wayne Oates, que lo definió como una necesidad excesiva e incontrolable de trabajar y que según Campal, termina afectando de forma negativa a la salud, la felicidad y las relaciones personales del adicto. "Quien padece esta patología antepone el trabajo a cualquier otra faceta de su vida", asegura Campal, que apunta algunos rasgos de este adicto: elevado grado de superación y perfeccionismo, una gran necesidad de controlar las cosas, incapacidad de delegar responsabilidades, dan gran significado al trabajo dentro de su entorno, gran presentismo laboral. "Necesita su trabajo para tener una buena autoestima", añade.

En el caso opuesto podrían situarse el síndrome de burnout, también conocido como "quemarse en el trabajo" e incluso la depresión postvocacional, un estado que aparece ante el fin de las vacaciones cuando la relación con el trabajo es insalubre. "La vuelta dependerá de la organización tóxica o no del trabajo. Si la hay, a medida que vaya acabando las vacaciones comenzará a tener síntomas, como falta de apetito, ansiedad, irritabilidad..., y necesitará un periodo de adaptación", argumenta.