-¿Cómo evoluciona la política exterior de España en la Primera Guerra Mundial?

-Para empezar, la neutralidad divide a los españoles o, mejor dicho, a las élites culturales españolas, en dos bandos. Luego, la neutralidad atraviesa diversas fases, una fase primera-intermedia muy importante que llamo 'neutralidad cuestionada', en la que España está a punto de entrar en la guerra. Sin embargo, hay un primer ministro, que es el conde de Romanones, que es partidario de los Aliados, e intenta abandonar la neutralidad estricta por otra más benévola a favor de los Aliados. Su política cae principalmente por el veto soberano de Alfonso XIII y, a partir de la caída de Romanones en la primavera del 17, la neutralidad se mantiene siempre a ultranza hasta el final de la Gran Guerra.

-¿Cómo afronta España el final del conflicto?

-En la última fase de la guerra, para mí ya se trata de una neutralidad desacreditada, porque tiene lugar en un momento en que no tiene sentido mantener esa neutralidad estricta, dado que Alemania ya nos ha hundido la mitad de la flota y se descubre una serie de revelaciones sobre el espionaje alemán en España. Sin embargo, otra vez, el veto real y la oposición militar hacen que se mantenga la neutralidad hasta el último momento, cuando prácticamente todo el mundo sabe que Alemania va a perder la guerra, aunque parece ser que el rey Alfonso XIII no se había enterado. Al final, la neutralidad española no ha conseguido nada, no gana nada, la flota económicamente está muy dividida, y entra en un periodo de fase caótica que, finalmente, conducirá a la dictadura de Primo de Rivera.

-¿Cuál es la razón principal por la que España decide no implicarse en la Gran Guerra?

-Yo diría que hay un motivo principal, al que se le liga otro motivo de oportunismo. La postura de la neutralidad española en el año 14 es una postura lógica total, que es que no está nada preparada para entrar en un conflicto de tal envergadura. Luego, además, el conflicto empieza por una disputa en los Balcanes, y a España no se le había perdido nada allí. En cuanto al oportunismo que asume España desde el principio, se debe a que observa la posibilidad de salvar el conflicto por una mediación, y entonces, ¿qué mejor país que un país relativamente grande, con una solera antigua y una condición neutral para presidir ese final de la guerra, por medio de una tregua? Sin duda, España podía desempeñar ese papel. Una de las razones que separa al conde de Romanones y al rey de España tiene lugar cuando las Potencias Centrales hacen indicaciones de que están dispuestos a negociar la paz, que para mí son negociaciones muy abstractas y absurdas, pero el rey de España está encantado porque parece que ha llegado su momento estelar. El primer ministro Romanones, al tanto de que los Aliados no están dispuestos, veta incluso el viaje real a Viena. Esto es un jarro de agua fría para él porque sus planes de mediación se vienen abajo, e inicia un giro político hacia un papel más germanófilo.

-¿Hasta qué punto se beneficia España de su relación económica con los Aliados?

-Hasta cierto punto, hay un aspecto económico en el que España está en la órbita aliada y su producción y nivel de exploraciones se expande mucho, porque están sirviendo sobre todo al esfuerzo anglofrancés. Esto destruye más adelante la estructura social, porque en España va a haber grandes fortunas mientras que, para la mayoría de la población, va a ser un impacto vertiginoso. Para la mayoría de españoles, la guerra supone un absoluto desastre porque los niveles de vida bajan. Pero, si se mira a nivel económico, la economía crece muy deprisa pero, a nivel social, los que se aprovechan de esa subida drástica son cuatro. Esto lleva a esa gran división que hay en España y a conatos revolucionarios, sobre todo después de la Revolución rusa, que tiene un gran impacto entre los españoles.

-¿Cree que España ha heredado algo de esas estructuras sociales que se crean durante la Primera Guerra Mundial?

-No me atrevería a decir que hasta el presente, pero sí he escrito muchas veces, lo cual me ha supuesto muchas discusiones, que en la Primera Guerra Mundial se puede ver hasta cierto punto los orígenes o fundamentos de lo que luego sería la Guerra Civil. Durante la Gran Guerra, hay una Guerra Civil dialéctica en España, es decir, no vamos a ninguna guerra civil pero, si uno consulta la prensa de 1917 en la hemeroteca, parece que España es un país beligerante. Una parte del país estaba formada sobre todo por clases intelectuales, republicanos y dirigentes del movimiento obrero socialista, que eran más aliadófilos o francófilos que Francia. Luego, estaba la derecha española tradicional, que era el Ejército, el clero, etc., que eran más germanófilos que Alemania. Esto fue así porque en la Primera Guerra Mundial se daba, hasta cierto punto, una lucha entre valores diferentes. Francia representaba esa República moderna, secular y laica, mientras que Alemania representaba el mantenimiento de la monarquía y la tradición. Esa división tan apasionada entre ambos grupos, se puede ver una generación después en la Guerra Civil. Los francófilos fueron los republicanos socialistas que crearon la República, y los germanófilos eran los partidos católicos y conservadores que después estuvieron con el nacionalismo franquista.