Hace cien años, la sociedad española también se encendía en debates sobre cuál debía ser el futuro de la educación y la función de los científicos. La que se denominó Generación del 14 sentó las bases para una nueva manera de formar en universidades, institutos y centros científicos. Investigar se volvió una máxima tras décadas de oscuridad. La entonces cerrada España decidió abrirse un poco para que parte de los jóvenes y docentes con más talento fuesen a estudiar al extranjero a través de las 2.000 becas de la recién creada Junta para la Ampliación de Estudios (JAE). Se calcula que unos cien gallegos resultaron beneficiarios de las mismas, entre ellos, eminencias como Roberto Nóvoa Santos, el vigués Aniceto Charro Arias o el propio Castelao que aprendió en Múnich técnicas de grabado que después aplicaría en revistas como Nós y de la que también se haría eco Seoane.

Fueron algunos de los becarios que finalmente contribuyeron a cambiar Galicia. Con motivo de la efeméride, la Biblioteca Nacional ha abierto una exposición, "Generación del 14. Ciencia y modernidad" que recuerda el legado de aquellos hombres y mujeres.

"Era gente preparada, con afán de modernidad y transformación de la que difícilmente encontramos precedentes de su categoría. En Galicia, sí hubo momentos interesantes en la actividad científica a principios y mediados del siglo XIX pero un conjunto de tantas personas y tan valiosas, creando instituciones, nunca habíamos tenido", explica Xosé Antón Fraga, director del Álbum da Ciencia del Consello da Cultura Galega.

El nacimiento de una élite

El mismo Antón Fraga recalca que se trataba de "cien personas que circulan por los principales centros de investigación de Europa y del mundo adquiriendo una formación extraordinaria. Esta gente, después, regresa y revitaliza las instituciones que había aquí. En algunas antiguas, como la USC, provocan un cambio relevante como la Facultad de Ciencias. Otras instituciones se crean como la Misión Biológica de Pontevedra o la Estación de Bioloxía Mariña de Marín" o el Seminario de Estudos Galegos.

Gran parte de esos becarios fueron conformando lo que se denominó Generación de 1914, que se caracterizó por sembrar nuevos conocimientos y -como señala Fraga- "esperanza" en un país derrotado en todos los sentidos tras la guerra de Cuba y con un índice de analfabetismo demasiado elevado, un 60% frente al 10% de Francia, según los datos de 1899 de Paul Albert en ¿A la Sorbona, a Marburgo o a la Alpujarra? La Junta para la Ampliación de Estudios.

España no figuraba entonces en la avanzadilla del progreso. La derrota ante Estados Unidos en la guerra de Cuba de 1898 la había dejado en evidencia.

La herida de 1898

Al mismo tiempo, esa pérdida provocó un gran debate alrededor de la Educación. La obra de Unamuno El árbol de la ciencia se fija en este punto. Pero también quedan relatorios de la época como el del diputado por Pontevedra en el Congreso Eduardo Vincenti quien dio una explicación clave a la debacle: "Estados Unidos nos ha vencido no solo por ser el más fuerte, sino también por ser el más instruido, el más educado (...). Ningún yanqui ha presentado a nuestra escuadra su pecho, sino una máquina inventada por algún electricista o algún mecánico. Se nos ha vencido en el laboratorio y en las oficinas".

Este punto de vista de Vincenti era compartido por otras mentes que empezaron a reclamar una reforma de la enseñanza y del cuerpo docente.

Por otra parte, la idea cada vez más fuerte acerca de la necesidad de crear una élite científica toma ba más peso con la concesión del Premio Nobel de Medicina a Ramón y Cajal en 1906, el mismo año en el que Jacinto Benavente fue laureado con el Nobel de Literatura y solo dos después de que el mismo título recayese en José Echegaray.

Ese fue el caldo de cultivo de la JAE que recibió 9.100 solicitudes y dio 1.600 becas para alumnos y unas 300 para pedagogos. Desde 1910, mandaba al extranjero una media de 120 estudiantes entre los que figuraron Ortega y Gasset, Eugenio d´Ors, Madariaga, Azaña o Antonio Machado.

Entre todos los gallegos becados, Xosé Antón Fraga destaca a dos: Roberto Nóvoa Santos y Juan López Suárez; ambos, compañeros de curso en la Facultad de Medicina de Compostela: "Nóvoa fue un gran científico, el médico más importante que dio Galicia. En 1912, ya es catedrático y en 1916 publica el manual de Patología que tuvo una trascendencia muy grande; hace importantes investigaciones y acaba marchando para Madrid por no tener el respaldo necesario en Santiago. Murió antes de la Guerra Civil".

Respecto a Juan López Suárez, que se formó con la JAE en Alemania, Fraga recuerda que "no sigue la carrera docente. Lo que hace es desarrollar un papel único, el de gestor científico. Está continuamente en contacto con la Junta de Ampliación de Estudios para fomentar las becas de gente que estudia, buscar que se queden aquí en instituciones; es decisivo para que se monte (en 1921) la Misión Biolóxica de Pontevedra", que hoy en día sigue siendo un referente.

Esta fue junto al Laboratorio de Biología de Madrid una de las dos instituciones más importantes en el desarrollo de la genética en España hasta 1936, con un grupo de ingenieros agrónomos investigando en genética vegetal y animal, especialmente en maíz, ganado vacuno y porcino.