"Hace falta amor. Hay que querer a otro y a otros en la vida", dijo ayer en el club FARO el psicólogo y ex defensor del menor Javier Urra en una charla sobre "Psicohigiene (lo esencial para vivir". Según dijo, nos hace falta menos yo y más tú. "Partimos de que hemos de amarnos a nosotros mismos, al prójimo, al entorno. Vivir es sinónimo de amar y antónimo de sobrevivir. Es proyectar y también recordar. La vida viene sin garantía y no admite devolución".

Presentado por la periodista de Televigo María García, Urra comenzó su charla acudiendo a un ejemplo simplificador para explicar lo que era la psicohigiene. "Cuando llegamos a casa agotados -dijo- y a punto de alcanzar el ascensor presentimos que, en ese mismo instante, lo llamarán y se nos escapará, o justo cuando vamos a cogerlo nos lo llevan, solo hay dos opciones: o te enfadas o lo tomas de modo deportivo. No son los hechos los importantes sino las actitudes. La psicohigiene es una actitud y practicarla es hablar de prevención de aquellos hechos, circunstancias, pensamientos que nos dañan de una manera percutiente y continuada".

El psicólogo, cuyo último libro es "Psicohigiene. El cuidado de uno mismo y de los demás" (editorial Aguilar) redondeó esa idea. "La vida -explicó- no es justa, la vida golpea, da zarpazos y, en alguna medida, bastante, estamos al albur del destino. Solo nos queda resituarnos, restablecernos, repararnos y seguir avanzando llenando la vida de contenido, de esperanza y de ilusión, sabedores de que nos alcanzarán momentos muy amargos igual que hay otros de placer y alegría".

Coherencia y congruencia

Urra convirtió su charla en un cálido relatorio de ideas o propuestas hábiles para mantener una buena salud mental. "La psicohigiene incluye -afirma- tanto la humildad como el optimismo musculado o la felicidad agradecida. No querer llegar a todo, ni vivir tres vidas en una. Domesticar el tiempo cronológico y el psicológico. Buscar el equilibrio, la armonía. Fortalecer la coherencia y la congruencia. Dotar la existencia de sentido. Ponerle pasión a la vida. Ilusionarse día a día. Comprometerse. Pensar y sentir, sentir y pensar. Compartir sonrisas. Llorar ante un problema si es menester sin que forzosamente tengas que acudir al psicólogo o tomar una pastilla. Mimar la amistad, conversar, un vino. Relativizar la importancia de los acontecimientos. Aceptar los reveses vitales. Asumir que la esperanza es una obligación ética. Mantener el contacto con la naturaleza. Jugar (distinto a apostar). Practicar deporte. Crear. Apreciar y disfrutar con la belleza natural y la proveniente del ser humano...".

Efímera e inaprensible, así es nuestra existencia según Urra, una existencia que "entreteje el dolor y la felicidad, el sufrimiento y el bienestar, el nacimiento y la pérdida, el deseo y la frustración. Cuidar y cuidarnos física y emocionalmente, este es el reto de la convivencia. Piel con piel con nuestros seres queridos, en con-tacto con quienes nos rodean, sin olvidar a quienes en otras latitudes, tradiciones y culturas comparten los mismos latidos".

Acudiendo a una síntesis ordenada de las consideraciones de las que se hizo eco, algunas de las cuales explicó por lo menudo, dice Urra que " una persona está emocionalmente sana cuando es dueña de sus pensamientos, sentimientos y conductas, se siente bien consigo misma, mantiene unas correctas relaciones interpersonales y afronta los problemas y vicisitudes con flexibilidad y perspectiva. La persona psicológicamente sana muestra autorregulación, conducta independiente, autónoma, capacidad de afrontamiento y coraje ante las situaciones que provocan ansiedad, frustración e incluso sufrimiento".

No darnos demasiada importancia, interiorizar que el mundo no gira alrededor de nosotros. Desdramatizar, relativizar problemas, saber reírse de uno mismo, aceptar nuestras muchas limitaciones... esa fue una de sus primeras ideas-consejo. "Pero sin que perdamos la justa capacidad autocrítica y crítica por ejemplo ante fanatismos, como los nacionalismos extremos".