¿Se puede medir el exceso o la falta de amor? ¿Entienden los sentimientos de criterios de transmisión? El Gobierno británico ha abierto la espita de la olla de la polémica afectiva. Plantea penas de hasta 10 años de cárcel -hasta ahora reservadas al maltrato o abusos sexuales- para aquellos padres que no transmitan amor a sus hijos.

De hecho, el Gobierno británico podría sancionar a los progenitores que no abracen o besen a sus niños o los utilicen como chivos expiatorios. Según la nueva ley que está preparando el Gobierno británico -asegura el rotativo Daily Telegraph- los padres que priven a sus hijos de abrazos, besos, caricias y muestras de afecto podrán ser enjuiciados en Inglaterra y Gales por cometer un delito de "crueldad emocional". Además, esta reforma introducirá otros nuevos delitos como el hecho que se fuerce a un menor a presenciar acciones de violencia doméstica, utilizar a un niño de chivo expiatorio o forzar castigos. Y dará poder a la policía para intervenir de manera precoz ante un caso de abusos físicos a menores.

Aunque a priori, la ley está enfocada en la protección del menor, expertos gallegos en infancia muestran sus dudas. El psicólogo infantil Alejandro Torres considera el planteamiento "exagerado". "Una cosa es estar atentos al maltrato activo, al abandono o la violencia, que son efectos tangibles y otra ponerte a medir lo intangible, que es amor", asegura.

En ese sentido, el experto infantil discierne muchas variables posibles: "Hay quien cree que no es suficientemente querido y sin embargo lo es (personalidades neuróticas); o quien se siente querido y realmente no lo es. También hay niños que no quieren ser besados; pequeños que tienen dificultad afectiva y que rechazan los besos. También está la capacidad o dificultad del adulto para expresar físicamente el afecto", relata. Ejemplificando, "es como si le pidieras al padre ser muy inteligente; no se puede". En su opinión, "habrá que cuidar de que proteja al menor".

El psicólogo infantil Alejandro Torres avanza otra cuestión: "Cada hijo estimula un tipo de relación con sus padres y, por tanto, cada padre tiene una forma de relacionarse con su hijo y de quererlo".

Por su parte la directora de Unidad de Atención temprana de la Universidad de Santiago y experta en psicología infantil, María José Buceta critica la indefinición de lo que -por el momento- se conoce de la norma. "No por el hecho de estar besuqueando a los niños todo rato, se les va a querer. Las caricias y los abrazos no tienen mucho o que ver con el amor. Aunque el apego es importante, hay personas que no abrazan. Por ejemplo, una sonrisa tierna y una buena educación puede hacer que las personas sean seguras y estables. A veces, eso es más importante", resume la experta.

A propósito de la norma, califica de "intervencionismo exagerado" el propósito de inmiscuirse en la vida de las familias. Aunque reconoce que "a los niños se les usa como chivo expiatorio". "En Galicia, la Xunta protege al menor en todos los extremos".

Y concluye: "No creo que se lleve adelante como ley". Ahí coincide con el experto Alejandro Torres, que prevé un futuro incierto a esta medida: "Dudo mucho que pueda ser factible".

Amor y desarrollo

Por su parte, la terapeuta y educadora en inteligencia emocional, Paula Muñoz, destaca la importancia del amor en el desarrollo personal de un niño. "La ciencia ha demostrado que el amor es tan importante como el alimento", expresa la experta citando al psicólogo norteamericano Harry Harlow y sus ensayos en los años 60. "El amor que los niños reciben es necesario para su salud física y mental, pero legislar el grado de afecto de unos padres a un hijo es muy difícil. ¿Quién puede evaluarlo?", reflexiona.

Aún así, Muñoz entiende la medida dentro de un contexto en los países desarrollados cada vez más desarraigado de los sentimientos y alude a una de las cuestiones que se cita en el artículo: el poco caso que se le hace a los niños perdidos, por ejemplo, en los centros comerciales.

"La medida legislativa me parece bien; es adecuada cuando en la sociedad faltan unos pilares básicos pero la "obligatoriedad" de los padres a ser cariñosos con sus hijos abre otro debate", asegura. "Se deberían fomentar las escuelas de familia, que resolverían problemas como la separación existente entre padres e hijos, puesto que la mayor parte de los problemas están basados en la falta de comunicación", concluye.