Tras rechazar una pensión vitalicia por la muerte accidental de su marido, en 1906 la física y química polaca Marie Curie sí aceptó otra herencia conyugal: la cátedra de Física en la Sorbona. Se convertiría así en la primera mujer en dar clases en la Universidad de París en los 650 años transcurridos desde su fundación. En 1911, la pionera de la radiactividad recibía en solitario el Premio Nobel de Química. Pero la historia querría además, que se convirtiera en la primera persona a la que se le concedieron dos Nobel en áreas diferentes.

Un siglo después de que se reconociese a una mujer para el podio de la Ciencia, continúa la incorporación fáctica de féminas en las Reales Academias de las diversas áreas de conocimiento en Galicia. Eso sí, lentamente. Las Reales Academias reciben presupuesto -"escaso", lamentan- de la Xunta, a través de los presupuestos generales y de otros organismos como Diputaciones o Ayuntamientos y también vía fundaciones como Barrié de la Maza. Y la presencia femenina es aún anecdótica, en proporciones de 37 a 1, como ocurre en Medicina. Hay otros casos, como el de la "madre" de las Academias gallegas, la Real Academia Galega (RAG) en la que ya se han incluido académicas en la directiva actual aunque el número de féminas aún no sea paritario.

¿Hay una explicación o son múltiples? Entre las causas que se apuntan está la condición vitalicia de los cargos. Hasta que queda una plaza vacante, no se sustituye al académico. Los requisitos marcan en muchas ocasiones edades mínimas y trayectorias investigadoras difíciles de alcanzar antes de la senectud. Así, la media de edad en algunas academias ronda los 70 años.

Las afectadas -académicas ya nombradas en las instituciones gallegas- apuntan a varios factores. Entre ellos, los manidos "modelos educacionales": la mujer se inhibe de cargos de responsabilidad, aseguran. "He visto dificultad de mujeres para ocupar cargos, por timidez de postularse", comentan. Por otra parte -y no menos importante- está un hecho que recuerda a la pescadilla que se muerde la cola. "De algún modo, los grupos de trabajo están mayoritariamente dirigidos por hombres.

Y se unen dos hechos: que a los grupos de decisión no se les viene a la mente los nombres de mujeres y que ellas, científicas, tampoco se animan motu propio", comenta la catedrática que ingresará en la RAGC, María José Alonso. "Lo sé por mi grupo de investigación, mayoritariamente de mujeres: a veces hay que animarlas para que lideren o sean jefas de grupo", asegura. "Es una consecuencia lógica del acceso de la mujer a cargos de responsabilidad. La investigación a efectos de Doctorado está en manos de mujeres -doctorandas-, son muchas más; sin embargo, directoras de laboratorio, son muchas menos", explica la catedrática de Farmacia, Alonso. "Se han ido incorporando tímidamente en las últimas décadas, pero aún es menor la presencia femenina en cargos de responsabilidad". La realidad salta a la vista.

Para ilustrar, como ejemplo, la Real Academia Galega de Ciencias, fue creada por un grupo de gallegos: Enrique Vidal Abascal, Isidro Parga Pondal, Luis Iglesias Iglesias, Domingo García Sabell, Antonio Fraguas y Fraguas y Eugenio Torre Enciso, todos académicos de la RAG, que tuvieron la visión en 1973 de solicitar la creación del ente. Alcanzaron su objetivo en 1977 y fue en el año 1978 cuando echó a andar.

El nuevo presidente Miguel Ángel Ríos Fernández, elegido en 2013, fue el ejecutor de la idea -junto al resto de académicos- de incorporar a mujeres. El procedimiento de renovación parece lento. En la RAGC, las incorporaciones se fueron haciendo gradualmente hasta el año 2004. Luego, tuvieron que pasar diez años más hasta que llegaran estas cuatro nuevas aprobadas para 2014, en las que por fin acceden dos catedráticas, junto con el director de Gradiant y catedrático Fernando Pérez y el investigador Ángel Carracedo.

Los requisitos -a continuación se reproducen los de la RAGC- no parecen ser inalcanzables para muchos científicos punteros: "Ser de nacionalidad española. Residir en Galicia. Ser mayor de 25 años. Estar en plenitud de derechos civiles. Y el último: tener probada formación científica y cultural afín a la sección a la que haya de pertenecer".

El siguiente interrrogante que se abre es la función práctica actual de las academias. "Deben de evolucionar con los tiempos. Las americanas tienen un reconocimiento altísimo: son el máximo órgano de reflexión y debate sobre avances científicos", aseguran.