Un espectáculo natural que solo durará dos semanas seduce las miradas del Val Miñor desde anteayer. La floración del ejemplar más grande de Magnolio soulangeana de Galicia -probablemente de España- y uno de los pocos árboles "puros" de esta variedad en Europa, atrapa las miradas de cientos de conductores y curiosos que cruzan la carretera que enlaza O Rosal con A Guarda.

El magnolio, visible desde la avenida, puede observarse incluso al otro lado del estuario del Miño. Su copa está exultante de flores rosáceas, cuyas 360 horas de apogeo ya comenzaron la cuenta atrás.

Como la flor del almendro presiente la primavera en el Levante o la predicen los cerezos del Jerte -lo mismo ocurre en Japón-, el voluptuoso color rosa de las grandes flores de magnolia viste O Rosal cada mes de febrero a marzo para despedir el invierno. En San Miguel de Tabagón se aloja este magnolio con una antigüedad estimada en varios siglos.

La finca Casimira, en honor al nombre de la bisabuela de la actual propietaria, María del Carmen Fernández Carrera, atesora un ejemplar único: un árbol de unos doscientos años de antigüedad. Su ostentosa copa, que ronda los treinta metros y la robustez de su tronco enraízan en la historia de las generaciones pasadas. La finca que originariamente albergó viñedos, posee una casa antigua que data de 1787. Allí se ubicaba también la consulta y escuela del bisabuelo de María del Carmen, que luego se completó con la otra vivienda, para cuya construcción transportaron piedra desde Portugal en 'gamelas'.

Entre la fachada de dicha casa y a un metro de altura de un hórreo, se erige el prominente tallo del magnolio, que los vecinos del lugar y la propietaria recuerdan "desde que tienen memoria". A veces, desde el interior de la vivienda se escuchan frenazos en el asfalto al pasar la curva de Tabagón. "Los coches paraban, asombrados, para hacer fotos del árbol", reconoce la propietaria. De pequeña, en las ferias de la vecina localidad de Valença do Miño, muchos vecinos preguntaban por el magnolio, cuya silueta admiraban desde la otra orilla.

La belleza de esta época de floración, que ha resistido vendavales y se repite impertérrito cada año, es difícil de describir con palabras. "Se mueve, majestuoso, ante los temporales; pueden caerse ramas, pero nunca se vino una grande abajo a pesar de los vendavales", explica la propietaria. Otro ejemplar, este más joven, está ubicado al otro lado de la finca, junto a otras camelias centenarias. "Mi madre ya lo recordaba así", explica.

Este híbrido de magnolio, que se obtuvo por primera vez en Francia, debe su nombre al caballero que lo cultivó, Soulange-Bodin. Estando completamente desnudo tras perder sus hojas a finales del otoño, estalla en una explosión de flores rosadas de una delicadeza y belleza poéticas. La magnolia soulangeana también es conocida como "magnolia de hoja caduca", ya que al contrario que el magnolio común (Magnolia grandiflora) pierde la hoja en invierno, y empieza a florecer a principios de primavera, cuando aún no tiene hojas. Actualmente, según la web experta en árboles monumentales (monumentaltrees.com), hay árboles de esta especie en Bélgica, Alemania y Holanda.

Las más frecuentes en Galicia son las Magnolia grandiflora, con tres ejemplares reverenciados en el Catálogo de árboles senlleiras de Galicia, que la Xunta publicó en 2009. En este estudio, se citan tres magnolias de la especie "común", cuyas flores son blancas y su hoja perenne, pero no se hace alusión al ejemplar de O Rosal.

El responsable de "viveros Nilo", Juan Peixoto, heredero de una tradición de viveristas, conoce el hermoso árbol de O Rosal, que asegura podría haber llegado desde Portugal. "Es sin duda un ejemplar singular", aseguró ayer. Un patrimonio a preservar, que se une a los más autóctonos, como el roble más longevo de Galicia, en Santa Margarida (Pontevedra) y que aparece citado en documentos de hace 500 años.