Carlos se levanta a diario a las ocho de la mañana. Va al colegio hasta las cinco. Come en el comedor y, a mediodía, va a clases extraescolares de inglés en el propio centro. En cuanto acaban las clases, va su padre a buscarle y le lleva a toda prisa al entrenamiento de fútbol a la Madroa mientras se come el bocata en el coche. Cuando sale son casi las seis y media y toca volver a correr, cambiarse sobre la marcha en el coche, y llegar a tiempo a la clase de música, en la otra punta de la ciudad, donde la madre de Carlos se empeñó que fuera para que amplíe sus miras más allá del deporte. Los martes y jueves toca piscina; los miércoles tenis y los sábados por la mañana, partido de fútbol. Cuando llega a casa son casi las ocho y media y aún le falta hacer los deberes. Carlos tiene siete años y ya es un niño estresado.

La jornada "laboral" de los escolares cada vez es más larga. Más del 90% de los alumnos españoles de enseñanza obligatoria desarrollan alguna actividad extraescolar y algo más de la mitad, dos o más a la semana, según datos del Ministerio de Educación. Expertos gallegos destacan las grandes virtudes de este tipo de actividades pero, advierten, cuando se abusa de ellas pueden provocar en los niños el efecto contrario. Además, recuerdan que hay que dejar tiempo para el juego en casa ya que es esencial para el desarrollo de las habilidades emocionales y sociales, algo que no enseña ninguna actividad reglada.

"No hay que criminalizar a los padres porque hay muchas razones que pueden llevarles a apuntar a sus hijos a varias actividades; además, el mismo peso puede resultar ligero para un niño muy activo y demoledor para otro, pero lo que es cierto es que nos estamos olvidando de algo muy importante: los niños también necesitan tiempo para estar en casa tranquilos, jugar y hablar con sus padres", explica Julia Crespo, profesora de Ciencias de la Educación en la Universidade de Santiago y miembro del grupo de investigación Esculca.

Esta tendencia a sobrecargar de tareas a los niños se debe muchas veces a las obligaciones laborales de los padres, que no pueden atender a sus hijos desde que salen de la escuela. "Aunque también hay muchos padres que desean suplir las carencias que ellos tuvieron en su formación o que piensan que desarrollar otras vocaciones en sus hijos les pueden abrir nuevos puentes para el futuro o una mezcla de todas estas razones", apunta la pedagoga viguesa.

Sin embargo, Crespo insiste en la necesidad de dejar a los niños tiempo para el juego libre. "Algunos padres piensan que jugar en casa es perder el tiempo y eso es un grave error ya que el juego espontáneo, no dirigido, es básico para su socialización y para el desarrollo de su personalidad y su creatividad". La experta lamenta, además, que las ciudades no estén adaptadas a esta necesidad de los niños de jugar. "Hemos creado las ciudades a la medida del adulto y hay pocos espacios de calidad en los que los niños puedan practicar el juego, por eso también los padres se ven obligados a buscar otras alternativas", opina.

Disfrutar del momento

Los niños empachados de actividades pueden tener dificultades para concentrarse o para la lectura, ser incapaces de disfrutar del momento y estar siempre esperando la próxima novedad. El agotamiento físico, malhumor, estrés, ansiedad e incluso depresión son algunos de los síntomas de estos niños sobreexigidos. "Si sobrecargamos el horario el efecto es el contrario del que esperamos y corremos el riego de que se descentren y no estén motivados", advierte la psicóloga Manuela del Palacio, presidenta de la sección de Educación del Colexio de Psicoloxía de Galicia.

La elección del lugar donde se encuentran las actividades también es importante para Del Palacio. "Hay que evitar que la jornada se convierta en un continuo ir y venir en coche o en autobús por toda la ciudad para ir a un conservatorio o a un campo de fútbol en concreto; lo mejor es optar por las actividades que nos ofrecen los propios centros educativos, los centros culturales del barrio o las asociaciones de vecinos", indica.

La psicóloga reivindica también el tiempo para el juego con tranquilidad en casa "y, ¿por qué no? para aburrirse, que es importante para que el niño desarrolle su propia iniciativa", explica. "Lo que no es bueno es llevar todos los días a los niños a actividades, que se coman el bocadillo corriendo en el coche y que tanto ellos como sus padres terminen estresados por no llegar a tiempo a los sitios; con dos actividades como máximo sería suficiente", añade.

Del Palacio apuesta por hacer un seguimiento de los niños para ver cómo responden a las distintas actividades. "Habría que ir observando si el niño tiene problemas para seguir las actividades normales del colegio pero, si sucede así, es un error quitarles todas las extraescolares de golpe, como si fuera un castigo, porque sobre todo el deporte es una necesidad", concluye.