Tamayo, que cree que la orfandad de intelectuales críticos con el sistema ha sido sustituida de alguna manera por el "intelectual colectivo" (todos estos movimientos sociales como los indignados o las primaveras árabes), dedicó el comienzo de su charla a explicar cuando surge la figura del intelectual.

"Surge -dijo- a finales del siglo XIX en Francia en torno un juicio por espionaje a un militar, que es condenado a prisión perpetua sin argumentos concluyentes que lo prueben. La sociedad francesa se divide entre quienes defienden el veredicto, los conservadores, y quienes lo critican. Años después se reabre el caso y los tribunales se ratifican en su condena. En enero de 1898 aparece un artículo de Zola en forma de carta al presidente, "Yo acuso", que se divulga por todas partes y conmueve las conciencias al acusar a los responsables de esta injusticia.

El feminismo

Tamayo, que relató nueve lecciones que había aprendido de los intelectuales con los que nutrió su último libro (Bloch, María Zambrano, Rahner, Hannah Arendt, Beauvoir, Simone Weil, Aranguren...), destacó entre ellas el feminismo, "que es una de las pocas revoluciones incruentas que se han producido en la historia de la Humanidad por causas justas e incontestables. Creo que es uno de los movimientos que en el presente tiene más futuro y tarea por delante".

Dos últimas lecciones: no solo defender los derechos humanos sino los de la tierra. "Y una última- afirmó-. El futuro de la Humanidad no se puede construir contra el Islam sino con el diálogo entre cristianismo e Islam".