En una crisis de impacto generalizado en toda la sociedad, hay algunos colectivos que lo están pasando peor que otros. Aquellos que sufren con especial intensidad el histórico nivel de desempleo y la progresiva precarización laboral. Dos características que definen la realidad hoy de los jóvenes y que están detrás de una de las tasas de emancipación en la comunidad más bajas en los últimos años. Casi 325.000 gallegos de entre 18 y 34 años viven con sus padres, el 60,05% del total en esa franja de edad al cierre de 2012, según acaba de publicar el Instituto Galego de Estatística (IGE). Sin mucha perspectiva de cambio, además, por la imposibilidad de hacerlo. La mayoría de ellos, un 59,4%, no trabajó ni un solo día durante ese ejercicio.

De los 324.842 jóvenes sin emancipar, alrededor de 158.000 tenían entre 18 y 24 años; otros 98.600 llegan hasta los 29; y los 68.200 restantes van de los 30 a los 34 años. El archivo del IGE llega hasta 2007. Y en ninguno de los ejercicios precedentes se registra un porcentaje tan elevado de gallegos que siguen en el hogar familiar. De hecho, el incremento respecto a 2011 es de casi cuatro puntos, desde el 56,69%. Por encima de los 3.100 en números absolutos.

La panorámica coincide con la que recientemente desgranó ya el Observatorio Joven de la Vivienda, que estimaba que alrededor de un 59% del colectivo tiene que renunciar a una vivienda propia por falta de un salario estable y los precios aún disparados que representa el alquiler o la compra. Solo el 27% de los jóvenes, según el IGE, pudo trabajar al completo el pasado año. Son 88.574. Frente a ellos, los 7.749 -un 2,39%- que lograron contrato más de nueves meses; 35.545, prácticamente el 11%, que se quedaron por debajo de ese tiempo en activo; y el 59,41%, 192.974 personas, que no consiguió trabajar ni una sola jornada.

La consecuencia de los obstáculos para acceder a un puesto y a un sueldo mínimo es sus niveles de ingresos. Ninguno para un total de 149.340 de esos jóvenes que se mantienen en la casa paterna. El 46%. A 200 euros mensuales llegan 32.866, ligeramente por encima del 10%. Entre esa cantidad y los 600 euros -o, lo que es lo mismo, aún menos del salario mínimo interprofesional- figuran 57.990, el 17,8%. De los 600 a los 1.000 euros van 45.833 jóvenes 14,11%) y 38.800, un 12%, reciben en el bolsillo más de 1.000 euros al mes.

Que la doble recesión y la tardía recuperación incida con tanta fuerza en el sustento de la pirámide poblacional de una Galicia cada vez más envejecida, tendrá, sin duda, consecuencias en el futuro más inmediato. De igual manera que actualmente impacta en la capacidad de los hogares ya formados para resistir. La tasa de pobreza en la región creció desde 2011 un 0,7% y se sitúa en el 16,45%. Lo cierto es que la distancia con la tasa nacional, del 21,1%, es evidente. Pero en el análisis territorial destacan unas cuantas áreas de Galicia que saltaron los umbrales en los que el día a día se hace demasiado cuesta arriba. ¿Cuáles?

Pues las comarcas de O Morrazo, Caldas-O Salnés, O Carballiño-Ribeiro y el sur de la provincia de Lugo, con tasas de riesgo de pobreza del 22,52%, 22,81%, 26,67% y 26,82%, respectivamente, según los datos actualizados del IGE. Otras siete zonas superan la media gallega. El sur de Pontevedra (21,05%) y de Ourense (19,30%), Costa da Morte (18,98%), Barbanza-Noia (18,92%), Pontevedra nororiental (17,8%), la capital pontevedresa y sus alrededores (18,06%) y el área de Vigo (17,5%). Por el contrario, los dos puntos que aguantan en tasas bajas, alrededor del 8%, son A Mariña y el oriente de Lugo. Los expertos achacan estas diferencias al colchón que las pensiones están representando en las comarcas de mayor proporción de gente mayor.